Página 56 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Joyas de los Testimonios 1
Debiera habérsele revelado todo. Pero la conducta opuesta, seguida
para ocultar los yerros de los hijos, estimula en ellos una disposición
a engañar y falta de veracidad y sinceridad.
La única esperanza de estos hijos, sea que profesen la religión o
no, consiste en que sean cabalmente convertidos. Todo su carácter
debe cambiar. Madre irreflexiva, ¿piensa Vd., mientras enseña a sus
hijos, en que toda la experiencia religiosa de éstos queda afectada por
lo que se les enseña cuando jóvenes? Subyúguelos cuando jóvenes;
enséñeles a someterse a Vd., y tanto más fácilmente aprenderán
a obedecer a los requerimientos de Dios. Estimule en ellos una
disposición veraz y sincera. No les dé nunca ocasión de dudar de su
sinceridad y estricta veracidad.
Vi que los jóvenes profesan creer en el poder salvador de Dios,
pero no gozan de él. Carecen de religión, carecen de la salvación.
Y, ¡cuántas palabras sin provecho pronuncian! Se lleva un registro
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fiel de ellas, pues los mortales serán juzgados de acuerdo con los
actos cometidos por el cuerpo. Jóvenes amigos, vuestras acciones y
vuestras palabras ociosas quedan escritas en el Libro. Vuestra con-
versación no ha versado sobre cosas eternas, sino sobre éste, aquel o
el otro asunto común y mundano, al que no debieran dedicarse los
cristianos. Todo queda escrito en el Libro.
Se necesita una verdadera conversión
Vi que a menos que se manifieste en los jóvenes un cambio
completo y una conversión cabal, pueden desesperar de alcanzar
el cielo. Por lo que me ha sido mostrado, no están verdaderamente
convertidos ni siquiera la mitad de los jóvenes que profesan la
religión y la verdad. Si hubiesen sido convertidos, darían frutos para
la gloria de Dios. Muchos se apoyan en una esperanza supuesta, sin
verdadero fundamento. La fuente no ha sido limpiada; por lo tanto
los raudales que proceden de ella no son puros. Limpiad la fuente y
los raudales serán puros. Si el corazón está bien, vuestras palabras,
vuestra indumentaria, vuestros hechos también lo estarán. Falta la
verdadera piedad. No quisiera deshonrar a mi Maestro admitiendo
siquiera que es cristiana una persona negligente, trivial y que no
ora. No; el cristiano obtiene la victoria sobre los pecados que lo
asedian y sobre sus pasiones. Hay un remedio para el alma enferma