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Joyas de los Testimonios 1
interior. No deben sentirse libres para dedicar el tiempo que Dios
les ha dado al adorno innecesario de sus vestidos. ¡Cuánto mejor
sería que lo empleasen escudriñando las Escrituras, y obteniendo
así un conocimiento cabal de las profecías y las lecciones prácticas
de Cristo! ... Le agradaría a Dios ver a nuestras hermanas vestidas
con ropas aseadas y sencillas, dedicándose fervientemente a la obra
del Señor. No carecen de capacidad, y si diesen el uso debido a
los talentos que ya poseen, su eficiencia aumentaría grandemente.
Si el tiempo que ahora dedican al trabajo inútil lo consagrasen a
escudriñar la Palabra de Dios y explicarla a otros, su propia mente se
enriquecería con gemas de la verdad y se fortalecería a la vez que se
ennoblecería, gracias al esfuerzo hecho para comprender las razones
de nuestra fe. Si nuestras hermanas fuesen cristianas de acuerdo con
la Biblia y concienzudas, si procuraran aprovechar toda oportunidad
para iluminar a otras, veríamos que, por sus esfuerzos abnegados,
decenas de almas abrazarían la verdad. Hermanas, en el día en que
se haga el ajuste de cuentas, ¿sentiréis placer al repasar vuestra
vida, o lamentaréis haber buscado la belleza exterior, mientras que
descuidabais casi completamente la hermosura interior, la del alma?
¿No tienen nuestras hermanas suficiente celo y valor moral para
colocarse sin excusa de parte de la Biblia? El apóstol dió indicacio-
nes muy explícitas acerca de este punto: “Asimismo ... ataviándose
en hábito honesto, con vergüenza y modestia; no con cabellos en-
crespados, u oro, o perlas, o vestidos costosos, sino de buenas obras,
como conviene a mujeres que profesan piedad.”
1 Timoteo 2:9, 10
.
Aquí el Señor, por su apóstol, habla expresamente en contra de que
se lleve oro. Cuídense las personas de experiencia de no extraviar a
otras por su ejemplo al respecto. Ese anillo que rodea su dedo puede
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ser muy sencillo, pero es inútil, y el llevarlo ejerce mala influencia
sobre los demás.
Especialmente las esposas de nuestros ministros deben tener
cuidado de no apartarse de las claras enseñanzas de la Biblia con
respecto al vestir. Muchas consideran que esas órdenes son dema-
siado anticuadas para que se les preste atención; pero el que las dió
a sus discípulos, comprendía los peligros que entrañaría en nuestro
tiempo el amor al vestido, y nos envió la consiguiente amonestación.
¿Le prestaremos atención y seremos sabios? La extravagancia en
el vestir aumenta continuamente. Y no se ha llegado aún al fin. La