Una consagración completa
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al Hijo de Dios. Seguid a Cristo camino del tribunal, mientras lo
ridiculiza, escarnece e insulta la muchedumbre enfurecida. Con-
templadle cubierto con aquel viejo manto de púrpura regia. Oíd
los groseros escarnios. Ved cómo colocan en aquella noble frente
la corona de espinas. Luego le hieren con una caña, para que las
espinas penetren en sus sienes y la sangre corra de esa frente santa.
Oíd a aquella muchedumbre homicida que clama ávidamente por la
sangre del Hijo de Dios. Este es entregado en sus manos, la turba
se aleja con el noble Doliente, pálido, débil y desfalleciente, para
crucificarlo. Lo extienden sobre la cruz de madera, y hunden los
clavos en sus tiernas manos y pies. Contempladle colgado de la cruz
durante aquellas espantosas horas de agonía hasta que los ángeles
velan sus rostros para no ver la horrible escena, y el sol oculta su
luz, rehusando contemplarla. Pensad en estas cosas y preguntaos:
“¿Es demasiado estrecho el camino?” No, no.
Intereses divididos
En una vida dividida y tibia, hallaréis dudas y tinieblas. No
podéis gozar los consuelos de la religión, ni la paz que el mundo
da. No os sentéis en el sillón de Satanás para no hacer nada, mas
levantaos y esforzaos para alcanzar la elevada norma que es vuestro
privilegio alcanzar. Es un bienaventurado privilegio renunciar a todo
para Cristo. No miremos la vida de los demás ni la imitemos con
el propósito de no elevarnos más alto que ellos. Tenemos tan sólo
un Modelo infalible. Lo único seguro es seguir a Cristo. Resolved
que si los demás obran con pereza espiritual, los abandonaréis y
progresaréis hacia la elevación del carácter cristiano. Formad un
carácter para el cielo. No durmáis en vuestro puesto. Obrad con
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fidelidad y veracidad para con vuestra propia alma.
Estáis cediendo a un mal que amenaza destruir vuestra espiritua-
lidad. Eclipsará toda la belleza y el interés de las páginas sagradas.
Me refiero al amor por los libros de cuentos y otras lecturas que no
ejercen buena influencia en la mente dedicada al servicio de Dios.
Produce una excitación falsa y malsana, afiebra la imaginación, des-
truye la utilidad de la mente, y la descalifica para cualquier ejercicio
espiritual. Aparta el alma de la oración y del amor por las cosas
espirituales. La lectura que arroja luz sobre el volumen sagrado y