Página 145 - Mente, Car

Basic HTML Version

Alimento para la mente
141
La complacencia excesiva es pecado
La complacencia excesiva en el comer, el beber, el dormir o el
mirar es pecado. El funcionamiento saludable y armonioso de todas
las facultades del cuerpo y de la mente resulta en felicidad [...]. Las
facultades de la mente deberían ejercitarse en temas relacionados
con nuestros intereses eternos. Esto favorecerá la salud del cuerpo y
de la mente.—
Testimonies for the Church 4:417 (1880)
.
Recargar la mente
Al alumno que desea realizar en un año el trabajo de dos años,
no se le debe permitir salir con la suya. Pretender realizar un do-
ble trabajo significa, para muchos, recargar en exceso la mente y
descuidar el ejercicio físico. No es razonable suponer que la mente
[122]
puede asimilar una provisión excesiva de alimento mental; recargar
la mente es un pecado tan grave como lo es recargar los órganos
digestivos.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca
de la Educación Cristiana, 282 (1913)
.
Hablemos palabras que tiendan a la edificación
Es lo mejor para cada alma investigar cuidadosamente qué ali-
mento mental está ingiriendo. Cuando los que viven para hablar
vienen a usted, armados y equipados para decir: “Cuenten y no-
sotros lo contaremos”, deténgase y piense si la conversación dará
ayuda espiritual, eficiencia espiritual, para que en comunicación
espiritual pueda usted comer la carne y beber la sangre del Hijo de
Dios. “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los
hombres, pero para Dios escogida y preciosa”.
1 Pedro 2:4
. Estas
palabras expresan mucho.
No hemos de ser charlatanes, o chismosos, o cuenteros; no hemos
de dar falso testimonio. Dios nos prohibe ocuparnos en conversacio-
nes frívolas o necias, en hacer chistes o bromas, o en hablar palabras
vanas. Tendremos que dar cuenta a Dios de lo que decimos. Seremos
llevados a juicio por las palabras que no hacen bien ni al que habla
ni al que oye. Hablemos todos palabras que tiendan a la edificación.
Recuerde que usted tiene valor ante Dios. No permitan que conver-
saciones vulgares o necias, o principios equivocados constituyan su