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Mente, Carácter y Personalidad 1
Con mucha frecuencia son las mujeres las que tientan. Con un
motivo u otro, llaman la atención de los hombres, casados o solteros,
y los llevan adelante hasta que transgreden la ley de Dios, hasta que
su utilidad queda arruinada y sus almas están en peligro.—
Joyas de
los Testimonios 2:237, 238 (1889)
.
En Cristo podemos obtener fuerzas para vencer
Sean hombres de Dios, estén del lado ganador. El conocimiento
está al alcance de todos los que lo desean. Dios quiere que la mente
[231]
llegue a ser fuerte, que el pensamiento sea más profundo, más pleno
y más claro. Caminen con Dios como lo hizo Enoc;
hagan de Dios
su consejero y mejorarán mucho
[...].
Hay muchos hombres que pretenden guardar los mandamientos
de Dios, que visitarán al rebaño de Dios bajo su cargo y conducirán
a las almas incautas a una corriente de pensamiento que resultará en
vergonzosas libertades y familiaridades [...].
Él [el pastor] comenzará, cuando visita a las familias, a preguntar
secretos de su vida casada. ¿Son felices con sus esposos? ¿Sienten
que se las aprecia? ¿Hay armonía en su vida matrimonial? De esta
manera la mujer, sin sospechar, es conducida, por medio de esas pre-
guntas engañosas, a abrir su vida privada, sus chascos, sus pequeñas
pruebas y quejas, a un extraño como lo hacen los católicos con sus
sacerdotes.
Luego este pastor que se identifica con ella agrega un capítulo de
su propia experiencia; que su esposa no es la mujer de su elección;
que no hay afinidad real entre ellos. Él no ama a su mujer. Ella no
satisface sus expectativas. Así, se quiebra la barrera, y las mujeres
son seducidas. Ellas creen que su vida es un gran desengaño, y que
este pastor tiene una gran preocupación por su rebaño. Se estimula
el sentimentalismo enfermizo, y se daña la pureza de la mente y
el alma, y esta clase de trabajo termina en el quebrantamiento del
séptimo mandamiento.
Los pensamientos contaminados llegan a ser un hábito y el alma
es manchada y herida. Haga un acto malo y se produce una mancha
que nadie puede quitar sino la sangre de Cristo; y si no se aparta del
hábito con firme resolución, el alma se corrompe y las corrientes
que fluyen de esta fuente contaminada corromperán a otros. Su