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Mente, Carácter y Personalidad 1
Su amor por las almas mide su amor por Dios
El amor revelado en la vida de abnegación y sacrificio de Cristo
ha de verse en la vida de sus seguidores. Se nos llama a “andar como
él anduvo”.
1 Juan 2:6
. Es nuestro privilegio tener la luz del cielo
sobre nosotros. Así anduvo Enoc con Dios. No fue más fácil para
Enoc vivir una vida justa que lo que es para nosotros, en el tiempo
actual. El mundo en su tiempo no favorecía más el crecimiento en la
gracia y la santidad que el mundo actual [...]. Vivimos en los peligros
de los últimos días, y debemos recibir nuestra fuerza de la misma
fuente. Debemos andar con Dios [...].
Dios pide que usted ponga toda su fuerza en la obra. Usted tendrá
que dar cuenta por el bien que pudo haber hecho si hubiera estado
donde debía. Es tiempo de que sea un colaborador con Cristo y los
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ángeles celestiales. ¿Despertará usted? Hay almas entre ustedes que
necesitan de su ayuda, ¿ha sentido usted la carga de llevarlas a la
cruz? Recuerde que el grado de amor que usted tiene por Dios lo
revelará en su amor por sus hermanos, y por las almas que están
perdidas y arruinadas, sin Cristo.—
The Review and Herald, 9 de
enero de 1900
.
Amor perfecto en la iglesia es la meta de Cristo
Jesús podría haber arrojado rayos de luz sobre los misterios más
oscuros de la ciencia, pero no quería quitarle un solo momento a su
enseñanza del conocimiento de la ciencia de la salvación. Su tiempo,
su conocimiento, sus facultades, su vida misma tenían valor solo
como los medios para obrar la salvación de los seres humanos. ¡Oh,
qué amor, que incomparable amor!
En contraste, notemos nuestros esfuerzos tibios, tímidos, medio
paralizados en la obra del Señor Jesús. Escuchen sus palabras en
su oración al Padre: “Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a
conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos
y yo en ellos”.
Juan 17:26
. ¡Qué lenguaje! ¡Cuán profundo, cuán
amplio, cuán pleno! El Señor Jesús desea esparcir su amor por medio
de cada miembro de su cuerpo, su iglesia, a fin de que el poder de ese
amor pueda circular por cada parte del cuerpo y habite en nosotros
así como habita en él. El Señor puede entonces amar al ser humano