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El amor de Dios
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Los mandamientos se basan en el principio del amor
Los preceptos del Decálogo se adaptan a toda la humanidad, y se
dieron para la instrucción y el gobierno de todos. Son diez preceptos,
breves, abarcantes, y autorizados, que incluyen las responsabilidades
del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes; y todos se basan en
el gran principio fundamental del amor.—
Historia de los Patriarcas
y Profetas, 312 (1890)
.
Jesús y la ley del amor
La ley de Dios es inmutable en su carácter y, por lo tanto, Cristo
se entregó como sacrificio en favor de la humanidad caída, y Adán
perdió el Edén y fue puesto a prueba con toda su posteridad.
Si la ley de Dios hubiera sido cambiada en uno solo de sus
preceptos después de la expulsión de Satanás, él hubiera conseguido
en la tierra, después de su caída, aquello que no pudo obtener en
el cielo antes de ella. Habría recibido todo lo que había pedido.
Pero esto no ocurrió [...]. La ley [...] permanece inmutable como el
trono de Dios, y la salvación de cada alma queda decidida por la
obediencia o la desobediencia [...].
Jesús, por la ley del amor, llevó nuestros pecados, cargó nuestro
castigo, y bebió la copa de la ira de Dios que correspondía al trans-
gresor [...]. Jesús llevó la cruz de la abnegación y el sacrificio por
amor a nosotros, para que tengamos vida, vida eterna. ¿Llevaremos
nosotros la cruz por Jesús?—
A Fin de Conocerle, 291 (1896)
.
La naturaleza sensible y amante de Cristo
Su vida, desde su comienzo hasta su final, se distinguió por la
abnegación y el sacrificio. En la cruz del Calvario, se entregó a
sí mismo en beneficio de la humanidad, para que todo el mundo
obtuviera salvación si así lo quería. Cristo estaba oculto en Dios, y
Dios fue revelado al mundo en el carácter de su Hijo [...].
Cada día, en cada acto de su vida, se reflejaba su amor por el
mundo perdido. Los que están llenos de su Espíritu trabajarán en
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la misma forma como trabajó Cristo. En Cristo, la luz y el amor de
Dios se manifestaron en la naturaleza humana. Nadie ha tenido una
naturaleza tan inocente como la del Santo de Dios, que fue el modelo