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Problemas de los jóvenes
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La reacción a las reglas rigurosas
No introduzca nada de aspereza en su disciplina. No establezca
prohibiciones rígidas para los jóvenes. Son estas reglas y prohibi-
ciones rigurosas las que a veces los llevan a sentir que deben hacer
las cosas que precisamente se les indica que no deben hacer y las
harán. Cuando advierta o reprenda a los jóvenes, hágalo como quien
tiene un interés especial en ellos. Que ellos vean que usted tiene
un deseo ferviente de que logren un buen registro en los libros del
cielo.—
Medical Ministry, 180 (1902)
.
Es difícil para los jóvenes llevar cargas
Los jóvenes pueden ejercer una poderosa influencia si renuncian
a su orgullo y egoísmo y se dedican a Dios; pero en general no
quieren llevar cargas por otros. Ellos mismos deben ser llevados por
otros. Ha llegado el tiempo en que Dios demanda un cambio en este
aspecto. Él llama a jóvenes y adultos a ser celosos y a arrepentirse.
Si continúan en el estado de tibieza, los vomitará de su boca. Dice el
Testigo fiel: “Yo conozco tus obras”. Joven, señorita, tus obras son
conocidas, sean buenas o malas. ¿Eres rico en buenas obras? Jesús
se acerca a ti como un consejero: “Yo te aconsejo que compres de mí
oro refinado en fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para
vestirte, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge
tus ojos con colirio, para que veas”.
Apocalipsis 3:18
.—
Testimonies
for the Church 1:485 (1867)
.
Los pensamientos se convierten en hábitos
Debemos sentir siempre el poder ennoblecedor de los pensamien-
tos puros. La única seguridad para el alma consiste en pensar bien,
pues acerca del hombre se nos dice: “Cuales son sus pensamientos
íntimos, tal es él”.
Proverbios 23:7
. El poder del dominio propio
aumenta con el ejercicio. Aquello que al principio parece difícil, se
vuelve fácil con la práctica, hasta que los buenos pensamientos y
acciones llegan a ser habituales. Si queremos, podemos apartarnos
de todo lo vulgar y degradante y subir hasta un alto nivel, donde
gozaremos del respeto de los hombres y del amor de Dios.—
El
Ministerio de Curación, 392 (1905)
.