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Mente, Carácter y Personalidad 1
Ejemplos tristes de la historia
El carácter de Napoleón Bonaparte fue notablemente influencia-
do por la educación que recibió cuando era niño. Algunos instructo-
res desacertados inspiraron en él el amor a la conquista formando
ejércitos simulados de los cuales él era el comandante. Así se es-
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tableció el fundamento de su carrera de lucha y derramamiento de
sangre. Si el mismo cuidado y esfuerzo se hubieran empleado para
hacer de él un buen hombre, infundiendo en su joven corazón el
espíritu del evangelio, cuán diferente habría sido su historia.
Se dice que el escéptico Hume fue un concienzudo creyente de
la Palabra de Dios en sus primeros años. Pertenecía a una sociedad
de debates, y allí se lo nombró para que presentara argumentos a
favor de la incredulidad. Estudió con fervor y perseverancia, y su
aguda y activa mentalidad quedó impregnada con la sofistería del
escepticismo. Antes de mucho, llegó al punto de creer sus ense-
ñanzas engañosas, y toda su vida posterior llevó el oscuro sello de
la incredulidad.—
The Signs of the Times, 11 de octubre de 1910
;
Conducción del Niño, 180, 181
.
La influencia de la lectur
Muchos jóvenes anhelan tener libros. Leen cualquier cosa que
pueden obtener. Apelo a los padres de jóvenes para que controlen su
deseo de lectura. No permitan que sobre sus mesas haya revistas y
diarios que contengan historias de amor. Deben reemplazarlas con
libros que ayuden a los jóvenes a incluir en el edificio de su carác-
ter el mejor material: el amor y el temor de Dios, el conocimiento
de Cristo. Estimulad a vuestros hijos a almacenar valiosos conoci-
mientos en la mente, a que lo bueno ocupe su alma, controle sus
facultades, no dejando lugar para pensamientos bajos y degradantes.
Reprimid el deseo de leer libros que no proporcionan buen alimento
para la mente. El dinero gastado en revistas de cuentos puede pa-
recer poco, pero es demasiado para lo que ofrece tantas cosas que
extravían y da tan poco bien en recompensa. Los que están en el
servicio de Dios no deben gastar tiempo ni dinero en lecturas sin
Véase el capítulo 13, “Alimento para la mente”.