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Mente, Carácter y Personalidad 1
El remolino de excitación
Las ciudades de hoy están llegando rápidamente a ser como
Sodoma y Gomorra. Los feriados son numerosos, el remolino de
la excitación y del placer aleja a miles de los deberes serios de la
vida. Los deportes excitantes—el teatro, las carreras de caballos, los
juegos de azar, el consumo de alcohol, y las fiestas—estimulan todas
las pasiones a la actividad.
Los jóvenes son barridos por la corriente popular. Los que apren-
den a amar los entretenimientos como un fin en sí mismos, abren las
puertas a un torrente de tentaciones. Se entregan a la algazara social
y a la alegría sin sentido. Son llevados de una forma de disipación a
otra, hasta que pierden tanto el deseo como la capacidad para una
vida de utilidad. Sus aspiraciones religiosas se enfrían, su vida espi-
ritual se oscurece. Las facultades más nobles del alma, todo lo que
liga al hombre con el mundo espiritual, se degrada.—
Testimonies
for the Church 9:89, 90 (1909)
.
Partidas de placer
Muchos permiten a los jóvenes asistir a partidas de placer, pen-
sando que la recreación es esencial para la salud y la felicidad; pero
¡qué peligros hay en este camino! Cuanto más se complace el deseo
de placer, tanto más se cultiva y más fuerte se vuelve. La experiencia
de la vida consiste mayormente en complacencia propia y diversión.
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Dios nos ordena ser cuidadosos. “Así que el que piensa estar firme,
mire que no caiga”.
1 Corintios 10:12
.—
Consejos para los Maestros
Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 331
.
La frivolidad es un peligro
Solo se da un modelo a los jóvenes, pero ¿cómo se comparan
sus vidas con la vida de Cristo? Me siento alarmada cuando veo
por todas partes la frivolidad de los jóvenes y las señoritas que
profesan creer la verdad. Dios no parece estar en sus pensamientos.
Sus mentes están llenas de tonterías. Sus conversaciones no son más
que palabras vacías y vanas. Tienen un agudo oído para la música,
y Satanás sabe qué órganos tocar para animar, acaparar y hechizar
la mente de modo que no se desee a Cristo. Faltan los anhelos