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Mente, Carácter y Personalidad 1
La sangre de Cristo es el único remedio
La ley de Jehová es sumamente amplia. Jesús [...] declaró lla-
namente a sus discípulos que la santa ley de Dios podía ser violada
por los sentimientos, los pensamientos y los deseos, tanto como por
las obras y las palabras. El corazón que ama a Dios sobre todas
las cosas, de ninguna manera se sentirá inclinado a despreciar sus
preceptos hasta concederles un derecho mínimo, pero, el alma obe-
diente y leal alegremente le rendirá una plena obediencia espiritual
cuando la ley sea vista en su poder espiritual. Entonces, los manda-
mientos se posesionarán del alma con toda su verdadera fuerza. El
pecado aparecerá sumamente pecaminoso [...]. Ya no habrá más jus-
ticia propia, estima propia, honor propio. La seguridad propia habrá
desaparecido. El resultado será una profunda convicción de pecado
y aversión hacia sí mismo, y entonces el alma, comprendiendo el
peligro que corre, se aferrará de la sangre del Cordero de Dios como
su único remedio.—
Nuestra Elavada Vocacion, 142 (1888)
.
Afrontemos el desafío del tentador
Satanás se acercará a usted diciéndole: “Usted es un pecador”.
Pero no permita que le llene la mente con el pensamiento de que,
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porque es un pecador, Dios lo ha abandonado. Dígale: “Sí, soy un
pecador, y por eso necesito un Salvador. Necesito remisión y perdón,
y Cristo dice que si voy a él no moriré. En su carta para mí leo:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”.
1 Juan 1:9
. Creeré
la palabra que él me ha dejado. Obedeceré sus mandatos”. Cuando
Satanás le diga que usted está perdido, contéstele: “Sí, pero Jesús
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Cuanto más grande
sea mi pecado, mayor es mi necesidad de un Salvador”.—
Carta 98b,
1896
.
Dirijamos nuestra atención a la obra de Dios
Dios exhorta a sus criaturas para que aparten su atención de
la confusión y perplejidad que las rodean, y admiren su obra. Los
cuerpos celestes merecen ser contemplados. Dios los ha creado
para el beneficio del ser humano, y mientras estudiamos sus obras,