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Mente, Cáracter y Personalidad 1
Elévelos [las pasiones y los afectos] a la pureza, dedíquelos a Dios.—
Testimonies for the Church 2:561, 564 (1870)
.
Todas las propensiones animales deben sujetarse a las facultades
superiores del alma.—
El hogar adventista, 112 (1894)
.
En el mismo contexto en que usa algunas de esas expresiones
fuertes, ella recomienda que las pasiones sean controladas por lo
que llama “facultades más elevadas y nobles”, “la razón”, “limita-
ción moral” y “facultades morales”. Escribe acerca de temperancia,
moderación y de evitar excesos. En el matrimonio, esas pasiones
comunes a todos los seres humanos deben estar sujetas a control, y
deben ser gobernadas. Nótese además:
Los que consideran la relación matrimonial como una de las
ordenanzas sagradas de Dios, protegida por sus santos preceptos,
serán controlados por los dictados de la razón.—
Healthful Living,
48
.
Muy pocos consideran que es un deber religioso gobernar sus
pasiones... El pacto matrimonial cubre pecados del más vil carácter...
Sacrifican la vida y la salud sobre el altar de las bajas pasiones.
Someten las facultades superiores y más nobles a las propensiones
animales... El amor es un principio puro y sagrado; pero la pasión
concupiscente no admite restricción, no quiere que la razón le dicte
órdenes ni la controle.—
Joyas de los Testimonios 1:264, 265 (1870)
.
Ella escribe que la relación matrimonial es una “institución
sagrada” que puede ser “pervertida”. Menciona que “se abusa” de
“los privilegios sexuales”. Además, no condena la pasión en sí sino
la pasión “baja” y “sensual”. Y vale la pena observar que Elena de
White describe la intimidad del matrimonio como un “privilegio”.
Aunque hizo advertencias contra una conducta sexual indecorosa
en el matrimonio, escribió que había momentos en que los afectos
correctamente limitados podían ser “liberados”. Otra declaración
iluminadora es digna de un examen cuidadoso:
Con respecto al matrimonio, yo diría: Lea la Palabra de Dios.
Aun en este tiempo, los últimos días de la historia del mundo, se
producen casamientos entre los adventistas del séptimo día... Como
pueblo, nunca hemos prohibido el casamiento, excepto en los casos
en que había razones obvias que indicaban que sería una miseria para
ambas partes. Y aun entonces, sólo hemos aconsejado y advertido.—
Carta 60, 1900
.