Página 203 - Mente, C

Basic HTML Version

Amor y sexualidad en la experiencia humana
199
podría haberse evitado mucho mal.—
El hogar adventista, 300, 301
(1894)
.
Las mujeres como tentadoras
—¿No habrán de vigilarse es-
[232]
trictamente a sí mismas las mujeres que profesan la verdad, a fin
de no estimular la menor familiaridad injustificable? Pueden cerrar
muchas puertas de tentación si observan en toda ocasión una reserva
estricta y una conducta apropiada.—
Joyas de los Testimonios 2:243
(1889)
.
Con mucha frecuencia son las mujeres las que tientan. Con
un motivo u otro, requieren la atención de los hombres, casados
o solteros, y los llevan adelante hasta que transgreden la ley de
Dios, hasta que su utilidad queda arruinada y sus almas están en
peligro.—
Joyas de los Testimonios 2:237, 238 (1889)
.
Un pastor que simpatiza
—Sean hombres de Dios, estén del
lado ganador. El conocimiento está al alcance de todos los que lo
desean. Dios quiere que la mente llegue a ser fuerte, que el pensa-
miento sea más profundo, más pleno y más claro. Caminen con Dios
como lo hizo Enoc;
hagan de Dios su consejero y no podrán sino
mejorar
...
Hay muchos hombres que pretenden guardar los mandamientos
de Dios, que visitarán al rebaño de Dios bajo su cargo y conducirán
las almas incautas en una corriente de pensamiento que resultará en
vergonzosas libertades y familiaridades...
El [el ministro] comenzará, cuando visita a las familias, a pre-
guntar secretos de su vida casada. ¿Son felices con sus esposos?
¿Sienten que se las aprecia? ¿Hay armonía en su vida matrimonial?
De esta manera la mujer, sin sospechar, es conducida, por medio de
esas preguntas engañosas, a abrir su vida privada, sus chascos, sus
pequeñas pruebas y quejas, a un extraño como lo hacen los católicos
con sus sacerdotes.
Luego este pastor que simpatiza agrega un capítulo de su propia
experiencia; que su esposa no es la mujer de su elección; que no hay
afinidad real entre ellos. El no ama a su mujer. Ella no satisface sus
expectativas. Así, se quiebra la barrera, y las mujeres son seducidas.
Ellas creen que su vida es un gran desengaño, y que este pastor tiene
una gran simpatía por su rebaño. Se estimula el sentimentalismo
[233]
enfermizo, y se daña la pureza de la mente y el alma, si esta clase de
trabajo no termina en el quebrantamiento del séptimo mandamiento.