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Mente, Cáracter y Personalidad 1
al mundo.—
Manuscrito 32, 1896
;
Mensajes Selectos 2:131, 132
.
Debe enseñarse la gracia del olvido propio a cada niño
—Una
de las características que se deberían fomentar y cultivar en todo
niño es ese olvido de sí mismo que imparte a la vida una gracia
espontánea. De todas las excelencias del carácter, ésta es una de
las más hermosas, y para toda verdadera vocación es uno de los
requisitos más esenciales.—
La Educación, 237 (1903)
.
La base de la verdadera grandeza es el olvido propio
—No
era suficiente que los discípulos de Jesús fuesen instruidos en cuanto
a la naturaleza de su reino. Lo que necesitaban era un cambio de
corazón que los pusiese en armonía con sus principios. Llamando a
un niñito a sí, Jesús lo puso en medio de ellos; y luego rodeándole
tiernamente con sus brazos dijo: “De cierto os digo, que si no os
volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos”. La sencillez, el olvido de sí mismo y el amor confiado del
niñito son los atributos que el Cielo aprecia. Son las características
de la verdadera grandeza.—
El Deseado de Todas las Gentes, 404
(1898)
.
El principio de la oración en las religiones falsas es la expia-
ción propia
—Los paganos pensaban que sus oraciones tenían en sí
méritos para expiar el pecado. Por lo tanto, cuanto más larga fuera
la oración, mayor mérito tenía. Si por sus propios esfuerzos podían
hacerse santos, tendrían entonces algo en que regocijarse y de lo
cual hacer alarde. Esta idea de la oración resulta de la creencia en
la expiación por el propio mérito en que se basa toda religión falsa.
Los fariseos habían adoptado este concepto pagano de la oración,
que existe todavía hasta entre los que profesan ser cristianos. La
repetición de expresiones prescritas y formales mientras el corazón
no siente la necesidad de Dios, es comparable con las “vanas repe-
ticiones” de los gentiles.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 74
(1896)
.
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No hubo demanda de sus derechos en la vida de Jesús
—En
su vida no había de entretejerse ninguna aserción de sí mismo [de-
manda de sus derechos]. El Hijo de Dios no conocería los homenajes
que el mundo tributa a los cargos, a las riquezas y al talento. El Me-
sías no iba a emplear recurso alguno de los que usan los hombres
para obtener obediencia u homenaje. Su absoluto renunciamiento
de sí mismo se predecía en estas palabras: “No clamará, ni alzará,