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Peligros que afronta la juventud
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corresponden en el hogar. Tienen una madre fiel y práctica, que ha
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llevado muchas cargas que los hijos no debieron haberle permitido
llevar. En esto han dejado de honrar a su madre. No han compartido
las cargas de su padre como era su deber, y han dejado de honrarlo
como debían. Siguen las inclinaciones antes que el deber.
Han seguido una conducta egoísta en sus vidas, evitando cargas
y trabajos, y han dejado de obtener una valiosa experiencia de la que
no pueden darse el lujo de prescindir si desean tener éxito en la vida.
No sintieron la importancia de ser fiel en las cosas pequeñas, ni se
han sentido bajo la obligación, ante sus padres, de ser leales, íntegros
y fieles en los deberes humildes y sencillos de la vida que estaban
directamente en su sendero. Pasan por alto los ramos comunes del
conocimiento, tan necesarios para la vida práctica.—
Testimonies for
the Church 3:221, 222 (1872)
.
Recreación versus diversión
—Hay una diferencia entre recrea-
ción y diversión. La recreación, cuando responde a su nombre, re-
creación, tiende a fortalecer y reparar. Apartándonos de nuestros
cuidados y ocupaciones comunes, provee refrigerio para la mente
y el cuerpo, y de ese modo nos permite volver con nuevo vigor al
trabajo serio de la vida. Por otra parte, se busca la diversión para
experimentar placer, y con frecuencia se lleva al exceso; absorbe las
energías requeridas para el trabajo útil, y resulta de ese modo un
obstáculo para el verdadero éxito de la vida.—
La Educación, 207
(1903)
.
Alegría sin sentido
—Nuestras recreaciones no deben consistir
en escenas de alegría sin sentido ni rebajarse a la insensatez. Pode-
mos dirigirlas de tal manera que beneficien y eleven a aquellos con
quienes nos asociamos, y nos dejen a ellos y a nosotros mismos me-
jor preparados para cumplir con éxito los deberes que nos incumben
como cristianos.—
The Review and Herald, julio de 1871
;
El hogar
adventista, 447, 448 (1894)
.
El baile moderno de moda
—El hecho de que, en su alegría
reverente, David bailó delante de Dios ha sido citado por los amantes
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de los placeres mundanos para justificar los bailes modernos; pero
este argumento no tiene fundamento. En nuestros días, el baile va
asociado con insensateces y festines de medianoche. La salud y
la moral se sacrifican en aras del placer. Los que frecuentan los
salones de baile no hacen de Dios el objeto de su contemplación y