La influencia de la percepción
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del corazón, la mente y el alma, como de una vida de complacencia
propia a una de negación y sacrificio propios.—
Carta 158, 1909
;
Medical Ministry, 264
.
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El pecado ofusca nuestras percepciones
—El pecado entene-
brece nuestras mentes y ofusca nuestras percepciones. Cuando el
pecado es eliminado de nuestro corazón, la luz del conocimiento de
la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, que ilumina su Palabra y
es reflejada por la naturaleza, declarará en forma más y más cabal
que Dios es “misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande
en benignidad y verdad”.
Éxodo 34:6
.
En su luz veremos luz, hasta que la mente, el corazón y el alma
estén transformados a la imagen de su santidad.—
El Ministerio de
Curación, 370 (1905)
.
Las facultades de percepción se oscurecen
—El orgullo, el
amor a sí mismo, el egoísmo, el odio, la envidia y los celos han
oscurecido los poderes de percepción.—
Testimonies for the Church
2:605 (1871)
.
Cómo afrontó Cristo las percepciones enturbiadas por el pe-
cado
—Cristo se rebajó hasta revestirse de la naturaleza humana, a
fin de alcanzar a la especie caída y elevarla. Pero la mente de los
hombres había sido obscurecida por el pecado, sus facultades estaban
embotadas y sus percepciones enturbiadas, de manera que no podían
discernir su carácter divino debajo del manto de la humanidad. Esta
falta de aprecio de parte de los hombres obstaculizó la obra que él
deseaba realizar por ellos; y a fin de dar fuerza a su enseñanza se
vio con frecuencia en la necesidad de definir y defender su posición.
Refiriéndose a su carácter misterioso y divino, trató de encauzar
su mente hacia pensamientos que fuesen favorables al poder transfor-
mador de la verdad. Además, empleó las cosas de la naturaleza con
las cuales estaban familiarizados, para ilustrar las verdades divinas.
El terreno del corazón quedó así preparado para recibir la buena
semilla. Hizo sentir a sus oyentes que sus intereses se identificaban
con los suyos, que su corazón simpatizaba con ellos en sus goces y
aflicciones. Al mismo tiempo vieron en él la manifestación de un
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poder y una excelencia que superaban en mucho a los que poseían
los rabinos más alabados.
Las enseñanzas de Cristo se caracterizaban por su sencillez,
una dignidad y un poder hasta entonces desconocidos para ellos, y