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Mente, Cáracter y Personalidad 1
Los jóvenes han de ser pensadores
—Cada ser humano, creado
a la imagen de Dios, está dotado de una facultad semejante a la
del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los
hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan
responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre
el carácter. La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar
esta facultad, en educar a los jóvenes para que sean pensadores, y
no meros reflectores de los pensamientos de otros hombres.
En vez de restringir su estudio a lo que los hombres han dicho o
escrito, los estudiantes deben ser dirigidos a las fuentes de la verdad,
a los vastos campos abiertos a la investigación en la naturaleza y
en la revelación. Contemplen las grandes realidades del deber y
del destino, y la mente se expandirá y robustecerá. En vez de jó-
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venes educados, pero débiles, las instituciones del saber debieran
producir hombres fuertes para pensar y obrar, hombres que sean
amos y no esclavos de las circunstancias, hombres que posean am-
plitud de mente, claridad de pensamiento y valor para defender sus
convicciones.—
La Educación, 17, 18 (1903)
.
La verdadera educación desarrolla el carácter
—La educa-
ción y el adiestramiento de los jóvenes es una obra importante y
solemne. El gran objetivo que ha de lograrse debería ser el apropiado
desarrollo del carácter, que la persona pueda estar preparada adecua-
damente para cumplir los deberes de la vida presente y entrar al fin
en la vida futura e inmortal. La eternidad revelará la manera en que
se ha realizado el trabajo. Si los ministros y los maestros sintieran
plenamente su responsabilidad, veríamos hoy un estado diferente de
cosas en el mundo. Pero son demasiado estrechos en sus opiniones
y propósitos. No se dan cuenta de la importancia de su obra ni de
sus resultados.—
Testimonies for the Church 4:418 (1880)
.
El mayor valor es edificar el carácter
—Los alumnos [en la
escuela de Avondale] trabajan duramente y con fidelidad. Están
acrecentando la fortaleza de sus nervios y su solidez, como también
su actividad muscular. Esta es la debida educación; como resultado
de ella nuestras escuelas producirán hombres que no serán ni débiles
ni ineficientes y unilateralmente educados, sino que dispondrán de
una preparación equilibrada, tanto en lo físico como en lo moral y
lo espiritual.