Página 43 - Mente, C

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Las influencias espirituales y la mente
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medida que lo usemos abundantemente para bendecir a otros. Así
glorificamos a Dios.—
Nuestra Elavada Vocacion, 233 (1899)
.
Resultados de un momento de irreflexión
—Una sola salva-
guardia eliminada de la conciencia, la indulgencia en un solo hábito
malo, un solo descuido de las altas exigencias del deber, puede ser
el comienzo de un camino de engaño que lo hará pasar a las filas
de los que sirven a Satanás, mientras usted está profesando todo el
tiempo amar a Dios y a su causa. Un momento de irreflexión, un
sólo paso mal dado, puede cambiar toda la corriente de su vida en la
dirección equivocada.—
Testimonies for the Church 5:398 (1885)
.
Dios no hace milagros para impedir la cosecha
—El Señor
nos envía advertencias, consejos y reproches, para que tengamos
oportunidad de corregir nuestros errores antes de que se conviertan
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en una segunda naturaleza. Pero si rehusamos ser corregidos, Dios
no interviene para contrarrestar las tendencias de nuestra propia
conducta. El no obra un milagro para que no brote y produzca fruto
la semilla sembrada. Aquel hombre que se muestra temerariamente
infiel o que manifiesta una impasible indiferencia ante la verdad
divina, no está más que recogiendo la cosecha que él mismo ha
sembrado. Tal ha sido la experiencia de muchos. Escuchan con
estoica indiferencia las verdades que una vez conmovieron sus almas.
Sembraron descuido, indiferencia y resistencia a la verdad; y tal es
la cosecha que ahora realizan. La frialdad del hielo, la dureza del
hierro, la naturaleza impenetrable e inimpresionable de la roca, todo
esto encuentra una equivalencia en el carácter de muchos cristianos
profesos. Así fue como el Señor endureció el corazón de Faraón.
Dios habló al rey egipcio por boca de Moisés, dándole las evidencias
más notables del poder divino; pero el monarca tercamente rehusó
la luz que lo hubiera conducido al arrepentimiento. Dios no envió un
poder sobrenatural para endurecer el corazón del rey rebelde, pero,
como Faraón resistió a la verdad, el Espíritu Santo se retiró, y quedó
en las tinieblas y la incredulidad que había elegido.
Los hombres se separan de Dios al rehusar la influencia del
Espíritu. El no tiene en reserva agentes más poderosos para iluminar
sus mentes. Ninguna revelación de su voluntad puede alcanzarlos
en su incredulidad.—
The Review and Herald, 20 de junio de 1882
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Nuestra Elavada Vocacion, 162
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