Página 119 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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En cada lugar
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ver más abnegación y desprendimiento en las transacciones comer-
ciales de lo que se ha visto en las iglesias desde el derramamiento
del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Ni un vestigio de la
influencia de los egoístas monopolios mundanos ha de hacer la más
mínima impresión en los que están velando, trabajando y orando
por la segunda venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en las
nubes del cielo con poder y gran gloria.
En conjunto no estamos listos para el aparecimiento del Señor.
Si cerráramos las ventanas del alma hacia la tierra y las abriéramos
hacia el cielo, cada institución establecida sería una luz brillante y
resplandeciente en el mundo. Si cada miembro de la iglesia viviera
las grandes, excelsas y ennoblecedoras verdades para este tiempo,
sería una luz brillante y resplandeciente. El pueblo de Dios no puede
agradarle a menos que esté henchido de la eficiencia del Espíritu
Santo. Tan pura y leal ha de ser la relación mutua de sus miembros,
que por sus palabras, sus inclinaciones, sus atributos, muestren que
son uno con Cristo. Han de ser como señales y maravillas en nuestro
mundo, que lleven adelante inteligentemente cada aspecto de la
obra. Y las diferentes partes de la obra han de relacionarse tan
armoniosamente entre sí, que todas se muevan como una maquinaria
bien ajustada. Entonces se entenderá el gozo de la salvación de
Cristo. Entonces no se verá nada de la impresión hecha por aquellos
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a quienes se ha dado la luz de la verdad para esparcirla, pero que no
han revelado los principios de la verdad en su relación mutua, que
no han efectuado la obra del Señor en una forma que glorifique a
Dios...
Después de que Cristo resucitó, proclamó sobre el sepulcro: “Yo
soy la resurrección y la vida”. Cristo, el Salvador resucitado, es
nuestra vida. Cuando Cristo llega a ser la vida del alma, se nota el
cambio, pero el lenguaje no lo puede describir. Todas las preten-
siones de conocimiento, influencia o poder no tienen valor sin el
perfume del carácter de Cristo. Cristo debe ser la misma vida del
alma, como la sangre es la vida del cuerpo...
Limpiados de todo egoísmo
Los que están relacionados con el servicio de Dios deben estar
purificados de toda hebra de egoísmo. Todo debe hacerse de acuerdo