Capítulo 22—El peligro de los extremismo
Santa Helena, California,
19 de mayo de 1890
Estimado Hno. K.,
Tenía la esperanza de verlo, conversar con Ud. o escribirle, pero
no he podido cumplir nada de eso, ni ahora lo puedo. Sin embargo,
siento un profundo interés en Ud. y estoy deseosa de que no sea
separado de la obra. No tengo vigor corno para hacer justicia en una
conversación con Ud. Su mente es tan rápida y su lengua tan ágil,
que temo que me cansaría mucho y que lo que yo dijera no quedara
claro en su mente.
Veo su peligro: Ud. puede transformar rápidamente sus pensa-
mientos en palabras. Ud. exagera las cosas y no cuida su lenguaje.
Expresa sus opiniones sobre algunos puntos de tal manera que hace
que sus hermanos le tengan temor. Esto no debe ser así. Ud. no debe
tratar de alejarse tanto de sus hermanos, que parezca que Ud. no
tiene la misma opinión que ellos.
Se me ha mostrado que la influencia suya para el bien queda muy
disminuida porque Ud. piensa que es su deber expresar ciertas ideas
sobre algunos puntos que Ud. mismo no comprende plenamente,
y que Ud. no puede hacer comprender a otros a pesar de todos sus
esfuerzos. Se me ha mostrado que no era necesario que Ud. sintiera
que debe ocuparse de esos puntos. Algunas de las ideas suyas son
correctas, otras incorrectas y erróneas.
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Si Ud. se ocupara de temas tales como la disposición de Cristo a
perdonar los pecados, a recibir al pecador, a salvar lo que está perdi-
do, temas que inspiran esperanza y valor, Ud. sería una bendición.
Pero mientras Ud. se esfuerza por ser original y toma posiciones
extremas, y usa un lenguaje tan vigoroso al presentarlas, hay peligro
de hacer mucho mal. Algunos captarán sus pensamientos y parece-
rán ser beneficiados, pero cuando son tentados y vencidos, pierden
su valor para pelear la buena batalla de la fe.
Apareció en
Notebook Leaflets,
Métodos, No. 4.
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