Página 184 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
Si Ud. se ocupara menos de esas ideas que le parecen tan im-
portantes, y restringiera sus expresiones extravagantes, Ud. mismo
tendría más fe. Vi que su mente a veces queda desequilibrada por
esforzarse mucho en profundizar y explicar el misterio de la piedad,
que sigue siendo un misterio tan grande después de su estudio y
explicaciones, como lo era antes.
Diferentes experiencias en la conversión
Induzca a la gente a que contemple a Jesús como a su única
esperanza y su único Ayudador. Dé lugar a que el Señor opere en la
mente, hable al alma e impresione el entendimiento. No es esencial
que Ud. sepa y diga a otros todos los porqués y motivos de lo que
constituye el nuevo corazón, o de la posición que pueden y deben
alcanzar para nunca pecar más. Esa obra no le corresponde.
Todos no estamos constituidos de la misma manera. Las con-
versiones no son todas iguales. Jesús impresiona el corazón, y el
pecador renace a una nueva vida. Con frecuencia, las almas han
sido atraídas a Cristo sin una convicción impetuosa, sin quebranta-
miento del alma, sin terrores de remordimiento. Contemplaron a un
Salvador exaltado, y vivieron. Vieron la necesidad del alma, vieron
la suficiencia del Salvador, lo que él demanda, oyeron su voz que
decía: “Sígueme”, y se levantaron y lo siguieron. Esa conversión fue
genuina y la vida religiosa fue tan decidida como fue la de otros que
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sufrieron la agonía de un violento proceso.
Nuestros ministros deben cesar de ocuparse de sus propias ideas
con la actitud de: “Ud. debe ver este punto como yo lo veo, o no
podrá salvarse”. Fuera con este egotismo. La gran obra que debe
hacerse en cada caso es ganar almas para Cristo. Los hombres deben
ver a Jesús en la cruz, deben mirar y vivir. No deben alimentarse con
las ideas de Ud. sino con la carne y sangre del Hijo de Dios. El dice:
“Mi carne es verdadera comida”.
Juan 6:55
. “Las palabras que yo os
he hablado son espíritu y son vida”.
Juan 6:63
.
Démosle lugar a Cristo para que obre
El alma que acepta a Jesús se coloca bajo el cuidado del gran Mé-
dico, y sean cuidadosos los hombres en la forma en que se interponen