Página 235 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La ley y el evangelio
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fuera transferida a una víctima que prefiguraba la ofrenda, grande y
perfecta, del Hijo de Dios.
Los pecados de la gente eran transferidos simbólicamente al
sacerdote oficiante, que era mediador del pueblo. El sacerdote no
podía por sí mismo convertirse en ofrenda por el pecado y hacer
expiación con su vida, porque también era pecador. Por lo tanto,
en vez de sufrir él mismo la muerte, sacrificaba un cordero sin
defecto. El castigo del pecado era transferido al animal inocente,
que así llegaba a ser su sustituto inmediato y simbolizaba la perfecta
ofrenda de Jesucristo. Mediante la sangre de esta víctima, el hombre
veía por fe en el porvenir la sangre de Cristo que expiaría los pecados
del mundo.
El propósito de la ley ceremonial
Si Adán no hubiera transgredido la ley de Dios, la ley ceremonial
nunca hubiera sido instituida. El Evangelio de las buenas nuevas
fue dado primero a Adán cuando se le declaró que la simiente de la
mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Y esto fue transmitido a
través de generaciones sucesivas a Noé, Abrahán y Moisés. El cono-
cimiento de la ley de Dios y del plan de salvación fueron impartidos
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a Adán y Eva por Cristo mismo. Ellos atesoraron cuidadosamente la
importante lección y la transmitieron verbalmente a sus hijos y a los
hijos de sus hijos. Así fue preservado el conocimiento de la ley de
Dios.
En aquellos días, los hombres vivían cerca de mil años, y los
ángeles los visitaban con instrucciones directas de Cristo. Se esta-
bleció el culto de Dios mediante ofrendas y sacrificios, y los que
temían a Dios reconocían sus pecados delante de él y miraban hacia
el futuro con gratitud y santa confianza en la venida de la Estre-
lla matutina, que guiaría a los caídos hijos de Adán hacia el cielo
mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor y
Salvador Jesucristo. Así se predicaba el Evangelio en cada sacrificio
y las obras de los creyentes revelaban continuamente su fe en un
Salvador venidero. Jesús dijo a los judíos: “Si creyeseis a Moisés,
me creerías a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creeis a sus
escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”
Juan 5:46, 47
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