Capítulo 30—La ley y el evangeli
Cristo y la Ley
Cuando los judíos rechazaron a Cristo, rechazaron el fundamento
de su fe. Y, por otro lado, el mundo cristiano de hoy, que pretende
tener fe en Cristo pero rechaza la ley de Dios, está cometiendo un
error similar al de los engañados judíos. Los que profesan aferrarse a
Cristo, centralizando sus esperanzas en él, al paso que manifiestan su
desdén por la ley moral y las profecías, no están en una posición más
segura que la que adoptaron los judíos incrédulos. No pueden llamar
a los pecadores al arrepentimiento en una forma comprensible, pues
son incapaces de explicar adecuadamente de qué deben arrepentirse.
El pecador, al ser exhortado a abandonar sus pecados, tiene derecho a
preguntar: ¿Qué es pecado? Los que respetan la ley de Dios, pueden
responder: Pecado es la transgresión de la ley. Confirmando esto,
dice el apóstol Pablo: No hubiera conocido el pecado sino por la ley.
Sólo los que reconocen las demandas válidas de la ley moral
pueden explicar la naturaleza de la expiación. Cristo vino para me-
diar entre Dios y el hombre, para hacer al hombre uno con Dios,
poniéndolo en obediencia a la ley divina. No había poder en la ley
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para perdonar a su transgresor. Sólo Jesús podía pagar la deuda del
pecador. Pero el hecho de que Jesús haya pagado la deuda del peca-
dor arrepentido, no le da a él licencia para continuar transgrediendo
la ley de Dios, sino que debe, de allí en adelante, vivir en obediencia
a esa ley.
La ley de Dios existía antes de la creación del hombre, o de lo
contrario Adán no podría haber pecado. Después de la transgresión
de Adán, los principios de la ley no fueron cambiados, sino que
fueron difinidamente ordenados y expresados para responder a las
necesidades del hombre en su condición caída. Cristo, en consejo
con su Padre, instituyó el sistema de ofrendas de sacrificio para que
la muerte, en vez de recaer inmediatamente sobre el transgresor,
Este Artículo Apareció en
The Signs Of The Times, 14 de marzo de 1878
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