Página 243 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La justicia de Cristo en la ley
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Cuando vieron “el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la
bocina, y el monte que humeaba”, “temblaron, y se pusieron de lejos.
Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero
no hable Dios con nosotros, para que no muramos”.
Éxodo 20:18,
19
. Deseaban que Moisés fuera su mediador. No entendían que
Cristo era su mediador establecido y que, privados de su mediación,
ciertamente habrían sido consumidos.
“Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros
vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no
pequéis. Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a
la oscuridad en la cual estaba Dios”.
Éxodo 20:20, 21
.
El pueblo tenía un concepto disminuido de las verdades con-
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cernientes al perdón de los pecados, la justificación por la fe en
Jesucristo, y el acceso a Dios únicamente por un Mediador debido a
la condición perdida de ellos, a su culpabilidad y pecados. En gran
medida habían perdido el conocimiento de Dios y de la única forma
de llegar a él. Casi habían perdido todo el concepto de lo que consti-
tuye el pecado y de lo que es la justicia. El perdón de los pecados
por medio de Cristo, el Mesías prometido, a quien simbolizaban sus
ofrendas, era entendido tan sólo oscuramente.
Pablo declaró: “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mu-
cha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro,
para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello
que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó;
porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda
el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aún
hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre
el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se
quitará”.
2 Corintios 3:12-16
.
Los judíos rehusaron aceptar a Cristo como al Mesías, y no pue-
den ver que sus ceremonias no tienen significado, que los sacrificios
y ofrendas han perdido su propósito. El velo colocado por ellos en
su terca incredulidad todavía está delante de su mente. Sería quitado
si aceptaran a Cristo, la justicia de la ley.
Muchos en el mundo cristiano también tienen un velo delante
de sus ojos y su corazón. No ven con claridad lo que fue abolido.
No ven que fue únicamente la ley ceremonial la que fue abrogada
a la muerte de Cristo. Pretenden que la ley moral fue clavada a la