Página 244 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
cruz. Es denso el velo que oscurece su entendimiento. El corazón de
muchos está en guerra con Dios. No están sujetos a su ley. Tan sólo
cuando se pongan en armonía con la regla de su gobernante, puede
Cristo ser de algún valor para ellos. Pueden hablar de Cristo como
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de su Salvador, pero él les dirá finalmente: No os conozco. No os
habéis arrepentido genuinamente delante de Dios por la transgresión
de su santa ley y no podéis tener fe genuina en mí, porque mi misión
fue exaltar la ley de Dios.
Un trasunto del carácter de Cristo
Pablo no presentó ni la ley moral ni la ceremonial como los
ministros de hoy se atreven a hacer. Algunos fomentan tal antipatía
por la ley de Dios, que están dispuestos a hacer cualquier cosa para
atacarla y estigmatizarla. Así ellos desprecian y desdeñan la majestad
y gloria de Dios.
La ley moral nunca fue un símbolo o una sombra. Existía antes
de la creación del hombre y durará mientras permanezca el trono de
Dios. Dios no podía cambiar ni alterar un solo precepto de su ley a
fin de salvar al hombre, pues la ley es el fundamento de su gobierno.
Es inmutable, inalterable, infinita y eterna. A fin de que el hombre
fuera salvado y se mantuviera el honor de la ley, fue necesario que el
Hijo de Dios se ofreciera a sí mismo como sacrificio por los pecados.
El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros. Murió por
nosotros en el Calvario. Su muerte muestra el admirable amor de
Dios por el hombre y la inmutabilidad de su ley.
Cristo declaró en el Sermón del Monte: “No penséis que he
venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar,
sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el
cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que
todo se haya cumplido”.
Mateo 5:17, 18
.
Cristo llevó la maldición de la ley sufriendo su castigo, com-
pletando el plan mediante el cual el hombre había de ser colocado
donde pudiera guardar la ley de Dios y ser aceptado mediante los
méritos del Redentor, y por su sacrificio se cubrió de gloria la ley.
Entonces la gloria de lo que no ha de ser abolido—la ley de Dios de
los Diez Mandamientos, su norma de justicia—fue vista claramente
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por todos los que vieron en su totalidad lo que fue abolido.