La justicia de Cristo en la ley
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“Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo
la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
2 Corintios 3:18
.
Cristo es el abogado del pecador. Los que aceptan su Evangelio, lo
contemplan a cara descubierta. Ven la relación de su misión con la
ley, y reconocen la sabiduría y gloria de Dios como son reveladas
por el Salvador. La gloria de Cristo es revelada en la ley, que es un
trasunto de su carácter, y su eficacia transformadora se ejerce sobre
el alma hasta que los hombres se transforman a la semejanza divina.
Se hacen participantes de la naturaleza divina y se asemejan más y
más a su Salvador, avanzando paso tras paso en conformidad con la
voluntad de Dios hasta que alcanzan la perfección.
La ley y el Evangelio están en perfecta armonía. Se sostienen
mutuamente. La ley se presenta con toda su majestad ante la con-
ciencia, haciendo que el pecador sienta su necesidad de Cristo como
la propiciación de los pecados. El Evangelio reconoce el poder e
inmutabilidad de la ley. “Yo no conocí el pecado sino por la ley”,
declara Pablo.
Romanos 7:7
. La convicción del pecado, implantada
por la ley, impele al pecador hacia el Salvador. En su necesidad, el
hombre puede presentar el poderoso argumento suministrado por la
cruz del Calvario. Puede demandar la justicia de Cristo, pues es im-
partida a todo pecador arrepentido. Dios declara: “Al que a mí viene,
no le echo fuera”.
Juan 6:37
. “Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad”.
1 Juan 1:9
.
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