Página 263 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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No hay castas en Cristo
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Los humildes, los rodeados por la pobreza, asediados por los
cuidados, oprimidos por sus faenas, no podían encontrar razón al-
guna en la vida y ejemplo de Cristo que los indujera a pensar que
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Jesús no estaba familiarizado con sus pruebas, que no conocía la
opresión de sus circunstancias y que no podía simpatizar con ellos
en sus necesidades y pesares. La humildad de su modesta vida diaria
estaba en armonía con su nacimiento y circunstancias humildes. El
Hijo del Dios infinito, el Señor de la vida y de la gloria, descendió
en humillación hasta la vida de los más modestos para que nadie se
sintiera excluido de su presencia. Se colocó al alcance de todos. No
eligió a unos pocos favoritos con los cuales relacionarse, ignorando
a todos los otros. Se contrista al Espíritu de Dios cuando el conser-
vatismo excluye al hombre de sus prójimos, especialmente cuando
esto se encuentra entre los que profesan ser sus hijos.
Cristo vino para dar al mundo un ejemplo de lo que podría ser la
humanidad perfecta unida con la divinidad. Presentó al mundo una
nueva fase de la grandeza cuando exhibió su misericordia, compa-
sión y amor. Dio a los hombres una nueva interpretación de Dios.
Como cabeza de la humanidad, enseñó a los hombres lecciones en
la ciencia del gobierno divino, por las cuales reveló la rectitud de la
reconciliación de la misericordia y la justicia. La reconciliación de la
misericordia y la justicia no implicaban ninguna transigencia con el
pecado ni ignorar ninguna demanda de la justicia, sino que dando su
lugar debido a cada atributo divino, se podía ejercer la misericordia
en el castigo del hombre pecaminoso e impenitente sin destruir la
clemencia de la reconciliación ni perder su carácter compasivo, y la
justicia se podía ejercer al perdonar al transgresor arrepentido sin
violar su integridad [de la justicia].
Cristo, nuestro sumo sacerdote
Pudo hacerse todo esto porque Cristo tomó la naturaleza del
hombre, participó de los atributos divinos y plantó su cruz entre
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la humanidad y la divinidad, salvando el abismo que separaba al
pecador de Dios.
“Porque ciertamente no tomó a los ángeles sino a la simiente
de Abrahán tomó. Por lo cual, debía ser en todo semejante a los
hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que