Página 270 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Capítulo 38—La tentación de Crist
La Tentación de Cristo
Cristo no estuvo en una situación tan favorable para resistir las
tentaciones de Satanás en el desolado desierto, como lo estuvo Adán
cuando fue tentado en el Edén. El Hijo de Dios se humilló y tomó la
naturaleza del hombre después de que la raza humana ya hacía cuatro
mil años que se había apartado del Edén y de su estado original de
pureza y rectitud. Durante siglos, el pecado había estado dejando
sus terribles marcas sobre la raza humana, y la degeneración física,
mental y moral prevalecía en toda la familia humana.
Cuando Adán fue atacado por el tentador en el Edén, estaba sin
mancha de pecado. Estaba en toda la fortaleza de su perfección
delante de Dios. Todos los órganos y facultades de su ser estaban
igualmente desarrollados y armoniosamente equilibrados.
En el desierto de la tentación, Cristo estuvo en el lugar de Adán
para soportar la prueba que éste no había podido resistir. Aquí venció
Cristo en lugar del pecador, cuatro mil años después de que Adán
dio la espalda a la luz de su hogar. Separada de la presencia de
Dios, la familia humana se había apartado cada vez más, en cada
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generación sucesiva, de la pureza, la sabiduría y los conocimientos
originales que Adán poseyera en el Edén. Cristo llevó los pecados y
las debilidades de la raza humana tal como existían cuando vino a la
tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído
sobre él, en favor de la raza humana había de soportar las tentaciones
de Satanás en todos los puntos en los que pudiera ser atacado el
hombre.
Adán estuvo rodeado con todo lo que podía desear su corazón.
Estaba atendida cada necesidad suya. No había pecado ni había
señales de decadencia en el glorioso Edén. Los ángeles de Dios
conversaban libre y amablemente con la santa pareja. Las felices
aves canoras gorjeaban sus inocentes y gozosos cantos de alabanza a
Este Artículo Apareció en
The Review And Herald, 28 de julio de 1874
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