Página 276 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
su justicia al hombre y así lo elevaría en valor moral ante Dios, de
modo que fueran aceptables sus esfuerzos para guardar la divina ley.
La obra de Cristo era reconciliar al hombre con Dios mediante la
naturaleza humana del Salvador, y a Dios con el hombre mediante
su naturaleza divina.
Tan pronto como comenzó el largo ayuno de Cristo en el desierto,
Satanás estuvo cerca con sus tentaciones. Rodeado de luz, vino
a Cristo pretendiendo ser uno de los ángeles del trono de Dios,
enviados en misión de misericordia para simpatizar con él y aliviarlo
de su condición doliente. Pretendió hacer creer a Cristo que Dios no
le requería que pasara por la abnegación y los sufrimientos que él
anticipaba; que había sido enviado del cielo para darle el mensaje
de que Dios sólo quería probar su disposición para sufrir.
Satanás le dijo a Cristo que sólo debía colocar sus pies sobre la
senda teñida en sangre, pero que no había de recorrerla. A semejanza
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de Abrahán, fue probado para que mostrara su perfecta obediencia.
También declaró que él era el ángel que detuvo la mano de Abrahán
cuando levantó el cuchillo para matar a Isaac, y que ahora había
venido para salvarle la vida; que no era necesario que soportara
la dolorosa hambre y la muerte por inanición, que lo ayudaría a
efectuar una parte de la obra en el plan de salvación.
Èl Hijo de Dios se apartó de todas esas astutas tentaciones y
se mantuvo firme en su propósito de realizar en cada detalle, en el
espíritu y en la misma letra, el plan que había sido ideado para la
redención de la raza caída. Pero Satanás tenía múltiples tentaciones
preparadas para entrampar a Cristo y aventajarlo. Si fracasaba en
una tentación, probaría otra. Pensó que tendría éxito porque Cristo
se había humillado como hombre. Se jactaba de que si se presentaba
como uno de los ángeles celestiales, no podría ser descubierto. Simu-
ló dudar de la divinidad de Cristo debido a su apariencia demacrada
y las desagradables circunstancias.
Cristo sabía que, al tomar la naturaleza del hombre, no tendría
una apariencia igual a la de los ángeles del cielo. Satanás lo instó
a que si era realmente el Hijo de Dios le diera evidencia de su
excelso carácter. Atacó a Cristo con tentaciones relacionadas con el
apetito. En ese punto había vencido a Adán y había dominado a sus
descendientes, y por medio de la complacencia del apetito los había
inducido a provocar a Dios con su iniquidad hasta que sus crímenes