Página 277 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La primera tentación de Cristo
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habían llegado a ser tan grandes que el Señor los había eliminado de
la tierra mediante las aguas del diluvio.
Bajo las tentaciones directas de Satanás, los hijos de Israel permi-
tieron que el apetito les dominara la razón y, debido a su complacen-
cia, fueron inducidos a cometer graves pecados que despertaron la
ira de Dios contra ellos, y cayeron en el desierto. Pensó que tendría
éxito venciendo a Cristo con la misma tentación. Le dijo a Cristo
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que uno de los ángeles excelsos había sido desterrado al mundo. Le
dijo además que su aspecto [el de Cristo], indicaba que, en vez de
ser el Rey del cielo, era el ángel caído, y eso explicaba su apariencia
demacrada y penosa.
Cristo no hizo milagros para sí mismo
Entonces llamó la atención de Cristo a su propia apariencia atra-
yente, revestido de luz y fuerte en poder. Pretendió ser un mensajero
directo del trono del cielo, y aseguró que tenía derecho a exigir
evidencias de que Cristo era el Hijo de Dios. Si le hubiera sido
posible, de buena gana, Satanás no hubiera creído en las palabras
provenientes del cielo dirigidas al Hijo de Dios, en ocasión de su
bautismo. Estaba Satanás determinado a vencer a Cristo y, de ser
posible, asegurar así su propio reino y su vida. Tentó primero a
Cristo en el apetito. En ese punto, casi tenía el dominio completo
del mundo, y sus tentaciones fueron adaptadas a las circunstancias
que rodeaban a Cristo, que hacían que sus tentaciones en cuanto al
apetito fueran casi invencibles.
Cristo podría haber realizado un milagro por su propia cuenta,
pero eso no hubiera estado de acuerdo con el plan de salvación.
Los muchos milagros de la vida de Cristo muestran su poder de
realizarlos para el beneficio de la humanidad doliente. Mediante un
milagro de misericordia, una vez alimentó a cinco mil con cinco
panes y dos pececillos. Por lo tanto, tenía poder para realizar un
milagro y satisfacer su propia hambre. Satanás se hizo la ilusión de
que podría inducir a Cristo a dudar de las palabras pronunciadas
desde el cielo en su bautismo. Y si podía tentarlo a poner en duda
su condición de Hijo de Dios, y a dudar de la palabra de verdad
pronunciada por su Padre, ganaría una gran victoria.
Encontró a Cristo en el desolado desierto, sin compañía, sin
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