Página 284 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
El pecado de la presunción
El pecado de la presunción está cerca de la virtud que consiste
en tener perfecta fe y confianza en Dios. Satanás se hizo la ilusión de
que podría aprovecharse de la humanidad de Cristo para instarlo a
trasponer la línea que separa la confianza de la presunción. Muchas
almas se han arruinado en este punto. Satanás trató de engañar a
Cristo mediante la adulación. Admitió que Cristo tuvo razón en
el desierto al tener fe y confianza de que Dios era su Padre en las
más difíciles circunstancias. Luego instó a Cristo para que le diera
una prueba más de su entera dependencia de Dios, una evidencia
más de su fe de que era el Hijo de Dios, arrojándose del templo.
Dijo a Cristo que si ciertamente era el Hijo de Dios, no tenía nada
que temer, pues sus ángeles estaban listos para sostenerlo. Satanás
demostró que entendía las Escrituras por el uso que les dio.
El Redentor del mundo no vaciló de su integridad y demostró que
tenía perfecta fe en el cuidado prometido de su Padre. No pondría
inútilmente a prueba la fidelidad y el amor de su Padre, aunque estaba
en las manos del enemigo y colocado en un lugar de dificultad y
peligro extremos. Ante la sugestión de Satanás, no tentaría a Dios
presuntuosamente haciendo experimentos con la providencia divina.
Satanás había presentado un pasaje bíblico que parecía apropiado
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para la ocasión, esperando lograr sus designios al hacer la aplicación
a nuestro Salvador en esa ocasión especial.
Cristo sabía que Dios ciertamente podía sostenerlo si le hubiera
pedido que se arrojara del templo. Pero el hacer eso sin que se lo
pidiera, y para poner a prueba el cuidado protector y el amor de su
Padre porque era desafiado por Satanás a hacerlo, no mostraría la
fortaleza de su fe. Bien comprendía Satanás que si podía prevalecer
sobre Cristo haciendo que se arrojara del templo, sin que su Padre
se lo hubiera pedido, para probar su derecho al cuidado protector de
su Padre celestial, en ese mismo acto mostraría la debilidad de su
naturaleza humana.
Cristo resultó vencedor en la segunda tentación. Manifestó per-
fecta fe y confianza en su Padre durante su duro conflicto con el
poderoso enemigo. En la victoria aquí ganada, nuestro Redentor ha
dejado al hombre un modelo perfecto para mostrarle que su única
seguridad reside en una firme confianza e inconmovible fe en Dios,