Página 288 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
esfuerzo había de decidir su destino en cuanto a quién sería vence-
dor. Pretendía dominar el mundo, y era el príncipe de la potestad
del aire. Llevó a Cristo a la cumbre de una muy alta montaña, y allí,
en visión panorámica, presentó delante de él todos los reinos del
mundo que habían estado por tanto tiempo bajo su dominio y se los
ofreció a Cristo en un gran regalo. Le dijo a Cristo que poseería los
reinos de este mundo sin sufrimiento ni peligro de su parte. Satanás
promete rendir su cetro y dominio, y Cristo será el legítimo gober-
nante a cambio de un solo homenaje. Todo lo que requiere a cambio
de entregarle los reinos del mundo que ese día presentó delante de
Cristo, es que Cristo le rinda homenaje como a un superior.
Los ojos de Jesús se posaron por un momento sobre la gloria
presentada delante de él, pero se apartó y rehusó contemplar el
fascinador espectáculo. No estaba dispuesto a poner en peligro su
firme integridad entreteniéndose con el tentador. Cuando Satanás
le requirió un homenaje, fue despertada la indignación divina de
Cristo, y no pudo tolerar más la blasfema pretensión de Satanás, ni
aun permitir que permaneciera en su presencia. Aquí Cristo usó de su
autoridad divina y le ordenó a Satanás que desistiera. “Vete Satanás,
porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.
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Mateo 4:10
. En su orgullo y arrogancia, Satanás había declarado que
era el legítimo y permanente gobernante del mundo y el poseedor de
todas sus riquezas y gloria, pretendiendo el homenaje de todos los
que vivían en él, como si hubiera creado el mundo y todas las cosas
que hay en él. Dijo a Cristo: “A ti te daré toda esta potestad, y la
gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la
doy”.
Lucas 4:6
. Se esforzó por hacer un pacto especial con Cristo,
entregándole inmediatamente todo lo que pretendía como suyo, si él
lo adoraba.
Este insulto al Creador movió la indignación del Hijo de Dios
e hizo que reprochara y despidiera a Satanás. Satanás se había
engañado a sí mismo en su primera tentación pensando que había
ocultado tan bien su verdadero carácter y propósitos, que Cristo no
lo reconoció como al jefe rebelde caído a quien había vencido y
expulsado del cielo. Las palabras con que Cristo lo rechazó: “Vete,
Satanás”, ponían de manifiesto que había sido conocido desde el
principio y que todas sus engañosas artes no habían tenido éxito
en el Hijo de Dios. Satanás sabía que si Jesús moría por redimir al