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Mensajes Selectos Tomo 1
Salmos 147:8, 16-18
. “Hace los relámpagos para la lluvia; saca de
sus depósitos los vientos”.
Salmos 135:7
.
Estas palabras de las Sagradas Escrituras no dicen nada de la
independencia de las leyes de la naturaleza. Dios proporciona la
materia y las propiedades con las cuales lleva a cabo sus planes.
Emplea sus instrumentos para que pueda florecer la vegetación.
Envía el rocío, la lluvia y la luz del sol para que brote el verdor y
extienda su tapiz sobre la tierra; para que los arbustos y los árboles
frutales puedan retoñar y florecer y dar frutos. No se ha de suponer
que es puesta en movimiento una ley para que la semilla obre por
sí misma, para que aparezca la hoja porque así debe hacerlo por sí
misma. Dios tiene leyes que ha instituido, pero éstas son sólo siervos
mediante los cuales él logra los resultados. Mediante los agentes
inmediatos de Dios, cada semillita se abre paso a través de la tierra
y brota a la vida. Crece cada hoja, florece cada flor, por el poder de
Dios.
El organismo físico del hombre está bajo la supervisión de Dios,
pero no es como un reloj que se pone en marcha y debe andar por sí
mismo. Late el corazón, una pulsación sigue a la otra, una inspiración
sigue a la otra, pero el ser entero está bajo la supervisión de Dios.
“Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”.
1 Corintios 3:9
.
En Dios vivimos, y nos movemos y somos. Cada latido del corazón,
cada aliento es la inspiración de Aquel que sopló en las narices de
Adán el hálito de vida: la inspiración del Dios siempre presente, el
gran YO SOY.
Los antiguos filósofos se enorgullecían de su conocimiento su-
perior. Leamos la comprensión inspirada del apóstol acerca de este
asunto. Dice: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cam-
biaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de
hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles... Cam-
biaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a
las criaturas antes que al Creador”.
Romanos 1:22-25
. El mundo no
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puede conocer a Dios en su sabiduría humana. Sus sabios obtienen
un conocimiento imperfecto de Dios, de sus obras creadas, y luego,
en su necedad, exaltan la naturaleza y sus leyes por encima del Dios
de la naturaleza. Los que no tienen un conocimiento de Dios me-
diante la aceptación de la revelación que ha hecho de sí mismo en
Cristo, obtendrán solamente un conocimiento imperfecto de él en