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Mensajes Selectos Tomo 1
pero ¿quién les dio poder para hacer esto? El Señor Dios de los
ejércitos. Los hombres perecerán si en su supuesta eficiencia triunfan
debido a su propio poder y se glorifican a sí mismos, siguiendo
el ejemplo del mundo antediluviano. La imaginación de esa raza
longeva era de continuo solamente el mal. Eran sabios para hacer
el mal, y la tierra se corrompió bajo sus habitantes. Si se hubieran
relacionado con Aquel que es infinito en sabiduría, podrían haber
hecho cosas maravillosas con sus habilidades y talentos recibidos
de Dios. Pero, apartándose de Dios, eligieron seguir la dirección de
Satanás, como hacen muchos hoy, y el Señor los barrió de la tierra
junto con todo su jactancioso conocimiento.
La humanidad puede ser exaltada por el mundo debido a lo
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que ha hecho. Pero el hombre puede degradarse a sí mismo muy
rápidamente a la vista de Dios al aplicar mal y malversar los talentos
que le han sido confiados, que lo elevarían si los usara correctamente.
Si bien es cierto que el Señor es tolerante y no quiere que ninguno
perezca, de ninguna manera dará por inocente al culpable. Presten
todos atención a las palabras del Señor: “¿Por qué habéis hollado mis
sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y
has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal
de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? Por tanto, Jehová, el Dios
de Israel, dice: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre
andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová:
Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los
que me desprecian serán tenidos en poco”.
1 Samuel 2:29, 30
.
Dios honra a los que le obedecen. Dijo David: “Jehová me ha
premiado conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis
manos me ha recompensado. Porque yo he guardado los caminos
de Jehová, y no me aparté impíamente de mi Dios. Pues todos
sus juicios estuvieron delante de mí, y no me he apartado de sus
estatutos”.
Salmos 18:20-22
.
Cómo obtener vida eterna
Sólo el creyente en Cristo puede recibir vida eterna. Únicamente
alimentándonos en todo momento con la carne y la sangre de Cristo
podemos tener la seguridad de que somos participantes de la natu-
raleza divina. Nadie debiera ser indiferente en este tema diciendo: