Capítulo 47—La verdad tal como es en Jesú
Cristo, el Divino Portador del Pecado
AL DAR a su Hijo unigénito para que muriera por los pecadores,
Dios ha manifestado al hombre caído un amor que no tiene paralelo.
Tenemos plena fe en el texto que dice: “Dios es amor” (
1 Juan 4:8
),
y sin embargo muchos han pervertido vergonzosamente esta palabra
y han caído en peligrosos errores por una falsa interpretación de
su significado. La santa ley de Dios es la única norma por la cual
podemos estimar el afecto divino. Si no aceptamos la ley de Dios
como nuestra norma, establecernos una norma propia. Dios nos ha
dado preciosas promesas de su amor, pero no hemos de atribuir a
Jehová una ternura que lo induzca a pasar por alto la culpabilidad y
a cerrar los ojos ante la iniquidad.
El Creador ama a sus criaturas, pero el que ama al pecado más
que a la justicia, al error más que a la verdad, perpetúa la transgre-
sión que trajo calamidades a nuestro mundo, y no puede ser visto
favorablemente por el Dios de verdad. El camino de la verdad y la
justicia implica una cruz. Muchos interpretan mal los requerimientos
de Dios, y los hacen significar cualquier cosa que no perturbe su
conciencia o sea un inconveniente para sus relaciones comerciales.
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Sin embargo, la verdad es el único medio de santificación.
El amor de Dios, tal como se manifestó en Jesús, nos llevará al
verdadero concepto del carácter de Dios. Cuando contemplemos a
Cristo, traspasado por nuestros pecados, veremos que no podemos
quebrantar la ley de Dios, y permanecer en su gracia; sentiremos
que, como pecadores, debemos aferrarnos de los méritos de Cristo y
cesar de pecar. Entonces somos acercados a Dios. Tan pronto como
tengamos un concepto correcto del amor de Dios, no estaremos
inclinados a abusar de él.
La cruz de Cristo testifica de la inmutabilidad de la ley de Dios,
testifica que tanto nos amó Dios, que dio a su Hijo para que muriera
Este Artículo Apareció en
The Review And Herald, 17 de junio de 1890
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