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Mensajes Selectos Tomo 1
por nuestros pecados. Sin embargo, Cristo no vino para destruir
la ley, sino para cumplirla. No podían ser cambiadas ni una jota
ni un tilde de la norma moral de Dios para colocarse a la altura
del hombre en su condición caída. Jesús murió para que pudiera
imputar al pecador arrepentido su propia justicia y hacer posible que
el hombre guardara la ley.
El amor de Dios es infinito, y sin embargo el pecador no podía
ser perdonado sino mediante el plan de la redención que implicaba
la vergüenza, el vituperio, la ignominia y la muerte del Hijo de
Dios. Ese hecho debiera desterrar de las mentes razonadoras la idea
propiciada por muchos que pretenden la santificación: que la muerte
de Cristo terminó con la obediencia a la ley de Dios. Diariamente
hemos de aprender el gran plan de redención en la escuela de Cristo.
Cuando cesamos de aprender, cesamos de ser alumnos en la escuela
de Cristo. Pero si somos estudiantes bajo la tutela del divino Maestro,
se abrirá nuestro entendimiento y aprenderemos cosas admirables
de la ley de Dios.
Comportémonos cuidadosamente delante del Señor; pensemos
con cuánta frecuencia hemos quebrantado nuestros votos y malogra-
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do nuestras mejores resoluciones; con cuánta frecuencia ante una
luz plena nos hemos apartado de Dios y hemos buscado nuestros
ídolos. Es muy propio que nos humillemos bajo la poderosa mano
de Dios.
La madurez en la experiencia cristiana
Es natural que tengamos un concepto más elevado de nosotros
mismos que el que debemos tener. Pero aunque nos es penoso co-
nocernos a nosotros mismos como somos realmente, sin embargo
debiéramos orar para que Dios nos revele a nosotros la forma en que
él nos ve. Pero no debiéramos cesar de orar una vez que hayamos
pedido sencillamente una revelación de nosotros mismos. Debié-
ramos orar para que Jesús nos sea revelado como un Salvador que
perdona los pecados. Cuando vemos a Jesús tal como es, debieran
despertarse en nuestro corazón deseos fervientes de ser librados
del yo para poder ser llenos con toda la plenitud de Cristo. Cuando
experimentemos esto, nos haremos el bien mutuamente, y usaremos
todos los medios a nuestro alcance para llegar a la piedad. Debemos