Página 315 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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La verdad tal como es en Jesús
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limpiar nuestra alma de toda inmundicia de la carne y del espíritu, y
perfeccionar la santidad en el temor de Dios.
El amor de un Dios santo es un principio admirable que puede
conmover el universo en nuestro favor durante las horas de gracia
que se nos dan para probarnos. Pero si después del tiempo de gracia
somos hallados transgresores de la ley de Dios, el amor de Dios
será un ministro de venganza. Dios no transige con el pecado. El
desobediente será castigado. La ira de Dios cayó sobre su Hijo
amado cuando Cristo pendía en la cruz del Calvario en lugar del
transgresor. El amor de Dios ahora se extiende para abrazar al más
degradado y vil pecador que se acerque contrito a Cristo. Se extiende
para transformar al pecador en obediente y fiel hijo de Dios. Sin
embargo, ni una sola alma puede ser salvada si continúa en el pecado.
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El pecado es la transgresión de la ley, y el brazo que ahora es
poderoso para salvar, será fuerte para castigar cuando el transgresor
pase ese límite de la tolerancia divina. El que rehúse ir en procura
de la vida, el que no escudriñe las Escrituras para ver qué es verdad,
para no ser condenado en sus prácticas, quedará con la mente cegada
y entregado a los engaños de Satanás. En el mismo grado en que
el penitente y el obediente son escudados por el amor de Dios, el
impenitente y el desobediente serán dejados para sufrir los resultados
de su propia ignorancia y dureza de corazón, porque no recibieron
el amor de la verdad para ser salvos.
Hay muchos que profesan seguir a Cristo, pero que nunca llegan
a ser cristianos maduros. Admiten que el hombre está caído, que sus
facultades están debilitadas, que es incapaz de hazañas morales, pero
añaden que Cristo ha llevado todas las cargas, todos los sufrimientos,
toda la abnegación, y que están dispuestos a dejar que él lo lleve
todo. Dicen que no hay nada que puedan hacer sino creer; pero
dijo Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame”.
Mateo 16:24
. Jesús guardó los
mandamientos de Dios. Los fariseos declararon que él quebrantaba el
cuarto mandamiento porque restauraba completamente a un hombre
en el día sábado, pero Jesús se volvió a los acusadores fariseos y
preguntó: “¿Es lícito en día de reposo [sábado] hacer bien, o hacer
mal? ¿salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor,
dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue