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Mensajes Selectos Tomo 1
“Inmundo, indigno de tan grande sufrimiento, de tan elevado precio
pagado por mi redención”.
Van lado a lado la ignorancia y la suficiencia propia. La ley de
Dios ha sido dada para regular nuestra conducta, y es muy abarcante
en sus principios. No hay ningún pecado, ninguna obra de injusticia,
que escape a la condenación de la ley. La verdad es el gran código,
y la verdad solamente, pues delinea con exactitud inequívoca la
historia del engaño de Satanás y la ruina de sus seguidores. Satanás
pretendía poder dar leyes mejores que los estatutos y juicios de
Dios, y fue expulsado del cielo. Ha intentado algo similar en la
tierra. Desde su caída, siempre ha realizado esfuerzos para engañar
al mundo, para inducir a los hombres a la ruina, a fin de que pudiera
vengarse de Dios por haberlo vencido y expulsado del cielo. Sus
esfuerzos para colocarse y colocar sus maquinaciones donde debiera
estar Dios, son muy perseverantes y persistentes. Ha cautivado al
mundo en sus trampas, y aun entre el pueblo de Dios hay muchos
que ignoran sus maquinaciones y le dan toda la oportunidad que pide
para realizar la ruina de las almas. No manifiestan un celo ardiente
para exaltar a Jesús y proclamarlo, ante la multitud que perece, como
“el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Juan 1:29
.
Los que no conocen las leyes del gobierno de Dios tal como
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fueron expuestas en el monte, no conocen la verdad tal como es en
Jesús. Cristo reveló los abarcantes principios de la ley; expuso cada
precepto, y con su ejemplo puso de manifiesto cada demanda de ella.
El que conoce la verdad tal como está en la ley, conoce la verdad tal
como está en Jesús; y si mediante la fe en Cristo presta obediencia a
los mandamientos de Dios, su vida está oculta con Cristo en Dios.
El conocimiento de las demandas de la ley aplastaría hasta el úl-
timo rayo de esperanza del alma si no hubiera sido dado un Salvador
para el hombre. Pero la verdad, tal como es en Jesús, es un sabor
de vida para vida. El amado Hijo de Dios murió para que pudiera
imputar al hombre su propia justicia, y no para que éste estuviera
en libertad de quebrantar la santa ley de Dios, tal como Satanás se
esfuerza porque crea el hombre. Mediante la fe en Cristo, el hombre
puede poseer poder moral para resistir el mal.