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Mensajes Selectos Tomo 1
el Calvario, fue ensombrecida por sufrimiento y pesar. Fue varón
de dolores, experimentado en quebrantos, que soportó tales pesares
que ningún lenguaje humano puede describir. Podría haber dicho
en verdad: “Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor”.
Lamentacio-
nes 1:12
. Aunque aborrecía el pecado con perfecto odio, acumuló
sobre su alma los pecados de todo el mundo. Inmaculado, llevó los
pecados de los culpables. Inocente, se ofreció sin embargo como
sustituto por los transgresores. El peso de la culpabilidad de todos
los pecados cargó sobre el alma divina del Redentor del mundo. Los
malos pensamientos, las malas palabras, los malos actos de cada
hijo e hija de Adán demandaron una paga que recayó sobre Cristo,
pues se había convertido en el sustituto del hombre. Aunque no era
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suya la culpa del pecado, su espíritu fue desgarrado y magullado por
las transgresiones de los hombres, y Aquel que no conoció pecado
llegó a ser pecado por nosotros para que pudiéramos ser justicia de
Dios en él.
Nuestro divino Sustituto desnudó voluntariamente su alma ante
la espada de la justicia para que no perezcamos sino que tengamos
vida eterna. Dijo Cristo: “Pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder
para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”.
Juan 10:17, 18
.
No había hombre en la tierra ni ángel en el cielo que pudiera haber
pagado el castigo de los pecados. Jesús era el único que podía salvar
al hombre rebelde. En él se combinaban la divinidad y la humanidad,
y eso fue lo que dio eficiencia a la ofrenda en la cruz del Calvario.
La misericordia y la verdad se encontraron en la cruz, la justicia y la
paz se besaron.
Cuando el pecador contempla al Salvador que muere en el Cal-
vario y comprende que el doliente es divino, se pregunta por qué
fue hecho ese gran sacrificio, y la cruz señala la santa ley de Dios
que ha sido transgredida. La muerte de Cristo es un argumento in-
contestable en cuanto a la inmutabilidad y a la justicia de la ley.
Profetizando de Cristo, dice Isaías: “Jehová se complació... en mag-
nificar la ley y engrandecerla”.
Isaías 42:21
. La ley no tiene poder
para perdonar al transgresor. Su oficio es señalarle sus defectos para
que pueda comprender su necesidad de Aquel que es poderoso para
salvar, su necesidad de Aquel que se convertirá en su sustituto, su
garantía, su justicia. Jesús llena las necesidades del pecador, pues