La norma divina
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hacerlo subir, pues siempre está cerca de nosotros. Dice: “He aquí,
yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3:20
. ¡Cuán
dispuesto está Cristo a posesionarse del templo del alma si se lo
permitimos! Está representado como quien aguarda y golpea a la
puerta del corazón. Entonces, ¿por qué no entra? Porque el amor del
pecado ha cerrado la puerta del corazón. Tan pronto como consin-
tamos en renunciar al pecado, a reconocer nuestra culpabilidad, se
quitará la barrera que separa al alma del Salvador.
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