Capítulo 62—Justificados por la f
Cristo, Nuestra Justicia
Cuando Dios perdona al pecador, le condona el castigo que me-
rece y lo trata como si no hubiera pecado, lo recibe dentro del favor
divino y lo justifica por los méritos de la justicia de Cristo. El pecador
sólo puede ser justificado mediante la fe en la expiación efectuada
por el amado Hijo de Dios, que se convirtió en un sacrificio por
los pecados del mundo culpable. Nadie puede ser justificado por
ninguna clase de obras propias. Puede ser liberado de la culpabilidad
del pecado, de la condenación de la ley, del castigo de la transgre-
sión sólo por virtud de los sufrimientos, muerte y resurrección de
Cristo. La fe es la única condición por la cual se puede obtener la
justificación, y la fe implica no sólo creer, sino confiar.
Muchos tienen una fe nominal en Cristo, pero no saben nada
de aquella vital dependencia en Cristo, la cual se apropia de los
méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Santiago dice de
esa fe nominal: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los
demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que
la fe sin obras es muerta?”
Santiago 2:19, 20
. Muchos reconocen
que Jesucristo es el Salvador del mundo, pero al mismo tiempo se
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mantienen apartados de él y no aprovechan la ocasión de arrepentirse
de sus pecados y de aceptar a Jesús como a su Salvador personal.
Su fe es simplemente el asentimiento de la verdad en su mente
y en su juicio, pero la verdad no penetra en el corazón para que
santifique el alma y transforme el carácter. “Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes
a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que
llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también
glorificó”.
Romanos 8:29, 30
. El llamamiento y la justificación no
Este Artículo Apareció en la Serie Titulada
The Bible Students’ Library
[La Biblio-
teca de los Estudiantes de la Biblia], de abril de 1893.
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