Página 39 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Elena G. de White y sus escritos
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acercaron haciéndome preguntas. Deseaban tantas explicaciones
acerca de este punto y aquel otro, que dije: “Por favor, uno por uno,
no sea que me confundan”.
Y entonces los exhorté diciendo: “Durante años habéis tenido
evidencias de que el Señor me ha dado una obra que hacer. Esas
evidencias difícilmente podrían haber sido mayores de lo que son.
¿Destruiréis todas esas evidencias como una telaraña ante la su-
gestión de la incredulidad de un hombre? Lo que me hace doler el
corazón es el hecho de que muchos que ahora están perplejos y tenta-
dos son los que han tenido abundancia de evidencias y oportunidades
para considerar, orar y comprender, y sin embargo, no disciernen
la naturaleza de las sofisterías que se les presentan para influirlos a
rechazar las amonestaciones que Dios ha dado para salvarlos de los
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engaños de estos últimos días”.
Algunos han tropezado en el hecho de que dije que no pretendía
ser profetis
y han preguntado: ¿Por qué?
No he tenido otra pretensión sino la de que
se me ha indicado
que soy la mensajera del Señor;
que él me llamó en mi juventud
para ser su mensajera, para recibir su palabra y dar un mensaje claro
y decidido en el nombre del Señor Jesús.
En mi temprana juventud se me preguntó varias veces: ¿Es Ud.
profetisa? Siempre he respondido: Soy la mensajera del Señor. Sé
que muchos me han llamado profetisa, pero no he pretendido ese
título. Mi Salvador me declaró que era su mensajera. “Tu obra—
me indicó—es llevar mi palabra. Surgirán cosas extrañas, y en tu
juventud te consagro para que lleves el mensaje a los errantes, para
que lleves la palabra ante los incrédulos y, por la pluma y de viva
voz, reproches al mundo las acciones que no son correctas. Exhorta
usando la Palabra. Haré que mi Palabra te sea manifiesta. No será
como un idioma extraño. En la verdadera elocuencia de la sencillez,
con la voz y por la pluma, los mensajes que te doy se oirán de parte
de alguien que nunca ha aprendido en las escuelas. Mi Espíritu y mi
poder estarán contigo.
“No temas a los hombres porque mi escudo te protegerá. No eres
tú la que hablas: es el Señor quien te da los mensajes de admonición
Se hace aquí referencia a un discurso pronunciado en Battle Creek, el 2 de octubre
de 1904 en el cual ella dijo: “No pretendo ser profetisa”.—
Los compiladores
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