Página 392 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
La justicia imputada
Cristo es un Salvador resucitado, pues aunque estuvo muerto, ha
resucitado y vive siempre para interceder por nosotros. Hemos de
creer con el corazón para justicia y con la boca hemos de hacer con-
fesión para salvación. Los que son justificados por la fe confesarán
a Cristo. “El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida
eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Juan 5:24
. La gran obra que ha de efectuarse para el pecador que está
manchado y contaminado por el mal es la obra de la justificación.
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Este es declarado justo mediante Aquel que habla verdad. El Señor
imputa al creyente la justicia de Cristo y lo declara justo delante
del universo. Transfiere sus pecados a Jesús, el representante del
pecador, su sustituto y garantía. Coloca sobre Cristo la iniquidad de
toda alma que cree. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
2 Corintios 5:21
.
Cristo pagó por la culpabilidad de todo el mundo y todo el que
venga a Dios por fe, recibirá la justicia de Cristo, “quien llevó él
mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y
por cuya herida fuisteis sanados”.
1 Pedro 2:24
. Nuestro pecado ha
sido expiado, puesto a un lado, arrojado a lo profundo de la mar.
Mediante el arrepentimiento y la fe somos liberados del pecado y
contemplamos al Señor, nuestra justicia. Jesús sufrió, el justo por el
injusto.
Aunque como pecadores estamos bajo la condenación de la
ley, sin embargo Cristo, mediante la obediencia que prestó a la ley,
demanda para el alma arrepentida los méritos de su propia justicia.
A fin de obtener la justicia de Cristo, es necesario que el pecador
sepa lo que es ese arrepentimiento que efectúa un cambio radical en
la mente, en el espíritu y en la acción. La obra de la transformación
debe comenzar en el corazón y manifestar su poder mediante cada
facultad del ser. Sin embargo, el hombre no es capaz de originar un
arrepentimiento tal como éste, y sólo puede experimentarlo mediante
Cristo, que ascendió a lo alto, llevó cautiva a la cautividad y dio
dones a los hombres.