Página 410 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

Basic HTML Version

406
Mensajes Selectos Tomo 1
reciba el molde de aquellos que no pueden investigar sinceramente
las doctrinas de la Biblia.
Los que no pueden examinar imparcialmente las evidencias de
una posición que difiere de la suya, no son idóneos para enseñar en
departamento alguno de la causa de Dios. Le que necesitamos es el
bautismo del Espíritu Santo. Sin esto, no estamos más capacitados
para ir al mundo de lo que estuvieron los discípulos después de la
crucifixión del Señor. Jesús conocía su desamparo y les dijo que
permanecieran en Jerusalén hasta que fueran investidos con el poder
de lo alto. Cada maestro debe ser un alumno para que sus ojos
puedan ser ungidos a fin de que vean las evidencias de la verdad de
Dios que avanza. Los rayos del Sol de justicia deben brillar en su
propio corazón si quiere impartir la luz a otros.
Nadie puede explicar las Escrituras sin la ayuda del Espíritu San-
to. Pero cuando recibáis la Palabra de Dios con un corazón humilde
y dócil, los ángeles de Dios estarán a vuestro lado para impresio-
naros con las evidencias de la verdad. Cuando el Espíritu de Dios
descanse sobre vosotros, no habrá sentimientos de envidia o celos
al examinar la posición ajena. No habrá un espíritu de acusación
y crítica, tal como Satanás inspiró en el corazón de los dirigentes
judíos contra Cristo. Como Cristo dijo a Nicodemo, así también os
digo: “Os es necesario nacer de nuevo”. “El que no naciere de nuevo,
[482]
no puede ver el reino de Dios”.
Juan 3:7, 3
. Debéis tener el molde
divino antes de que podáis discernir los sagrados requerimientos de
la verdad. A menos que el maestro sea estudiante en la escuela de
Cristo, no es idóneo para enseñar a otros.
La obra especial de Elena G. de White
Debiéramos llegar a un estado en el que desaparezca toda dife-
rencia. Si pienso que tengo luz, mi deber es presentarla. Supongamos
que yo consultara a otros acerca del mensaje que el Señor me hubiera
dado para la gente; la puerta podría cerrarse de modo que la luz no
llegara a aquellos a quienes Dios la hubiera enviado. Cuando Jesús
entró en Jerusalén, “toda la multitud de los discípulos, gozándose,
comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas
que habían visto, diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre
del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! Entonces algunos