Página 81 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Una explicación de las primeras declaraciones
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En mi primer libro, Ud. encontrará la única declaración en cuanto
al día y la hora de la venida de Cristo que he hecho desde que pasó
el tiempo en 1844. Se encuentra en
Early Writings, 11, 27 y 145,
146
[p. 15, 34 y 285 de la edición actual, que coincide con
Primeros
escritos
]. Todas se refieren al anunció que será hecho muy poco
antes de la segunda venida de Cristo.
Viendo en la página 145 [página 285 de
Primeros escritos
] y
leyendo desde el comienzo del capítulo, Ud. verá que las declara-
ciones hechas se refieren a la liberación de los santos del tiempo de
angustia mediante la voz de Dios. Por favor, consiga este libro, si
ya no lo tiene, y lea las declaraciones que hay allí. Son exactamente
como fueron impresas en el primer artículo publicado. “El firma-
mento se abría y cerraba en violenta conmoción”. “Las montañas se
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agitaban como cañas batidas por el viento, arrojando peñascos por
todo el derredor. El mar hervía como una caldera y lanzaba piedras
a la tierra. Al declarar Dios el día y la hora de la venida de Jesús y
conferir el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba una frase y
se detenía mientras las palabras de la frase retumbaban por toda la
tierra”.
Esta es una porción del párrafo. Las declaraciones de las páginas
11 y 27 [15 y 34 en
Primeros escritos
] se refieren al mismo tiempo.
Contienen todo lo que alguna vez se me haya mostrado en cuanto
al tiempo definido de la venida del Señor. No tengo el menor cono-
cimiento en cuanto al tiempo mencionado por la voz de Dios. Oí
cuando proclamaba la hora, pero no tuve el recuerdo de esa hora
después que salí de la visión. Escenas tan emocionantes y de un
interés tan solemne pasaron ante mí, que ningún lenguaje puede
describir. Todo fue una realidad viviente para mí, pues directamente
relacionada con esta escena apareció la gran nube blanca sobre la
cual estaba sentado el Hijo del hombre.—
Carta 38, 1888
.
Una de las primeras visiones acerca de chorros de luz
Estando en mi misma adolescencia, el Señor vio adecuado abrir
ante mí las glorias del cielo. Fui llevada en visión al cielo, y el
ángel me dijo: “¡Mira!” Miré al mundo como estaba en densas
tinieblas. Cuando vi esas tinieblas, fue indescriptible la agonía que
me sobrevino.