Página 86 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Mensajes Selectos Tomo 1
costosos atavíos. Nunca sentí como ahora tan ferviente anhelo de
justicia.
Cuando mis hermanas capten una vislumbre de lo que Cristo ha
sufrido por ellas, para que pudieran llegar a ser hijas adoptivas de
Dios, no anhelarán más satisfacerse con orgullo mundano y egoísmo.
No serán más ególatras. Dios será el objeto de su cuidado supremo.
Me duele el corazón cuando se me muestra que hay muchas que
han hecho del yo su ídolo. Cristo ha pagado el precio de la redención
por ellas. A él pertenece el servicio de todas las facultades de ellas.
Pero su corazón está lleno de egoísmo y del deseo de ataviarse. No
prestan atención a las palabras: “Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.
Mateo 8:34
. La
complacencia propia oculta a Cristo de la vista de ellas. No sienten
el deseo de caminar delante de Dios con mansedumbre y humildad.
No acuden a Jesús. No oran para que puedan ser transformadas a la
semejanza de él. Sus casos están representados por el hombre que fue
al banquete del rey ataviado con vestidos comunes. Había rehusado
hacer los preparativos requeridos por el rey. Desdeñó vestirse con
los atavíos provistos para él a gran costo. Ante la demanda del rey,
“¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda?” (
Mateo 22:12
), no
pudo contestar nada. Quedó mudo, pues se sentía condenado por sí
mismo.
Muchos que profesan ser cristianos lo son sólo de nombre. No
están convertidos. Hacen resaltar el yo. No se sientan a los pies de
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Jesús como lo hizo María, para aprender de él. No están preparados
para la venida de Cristo.
Una gran sorpresa
Durante un sueño, me vi en compañía de gente cuyo corazón
estaba lleno de vanidad y engreimiento. Cristo estaba oculto de sus
ojos. De pronto se oyeron con énfasis vigoroso y claro las palabras:
“Jesús viene para llevar a los que en esta tierra lo han amado y
servido, para que estén con él en su reino para siempre”. Muchos
de los de ese grupo fueron a su encuentro con costosas vestimentas.
Continuaron mirando sus vestidos. Pero cuando vieron a Cristo en
su gloria y comprendieron que su estimación recíproca se había
medido grandemente por la apariencia externa, comprendieron que