Página 107 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Publicando y viajando
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la obra de Dios puede adelantarse con ello. Creemos que la mano
del Señor nos dirigió al venir a este lugar. Hay un extenso campo en
el cual trabajar y hay sólo pocos obreros. Nuestra reunión del último
sábado fue excelente. El Señor nos reconfortó con su presencia”.
De tiempo en tiempo salíamos para asistir a conferencias a di-
ferentes partes del campo. Mi esposo predicaba, vendía libros y
trabajaba para extender la circulación de la revista. Viajábamos en
un medio de transporte privado y nos deteníamos a mediodía para
dar de comer a nuestro caballo junto al camino y para almorzar no-
sotros. Luego, armado de lápiz y papel, mi esposo escribía artículos
para la
Review
y el
Instructor,
apoyando las hojas sobre la tapa de la
caja en la que llevábamos el almuerzo o bien encima de su sombrero.
El Señor bendijo abundantemente nuestros esfuerzos y la verdad
afectó muchos corazones.
En el verano de 1853 efectuamos nuestro primer viaje al Estado
de Míchigan. Después de haber publicado las fechas en que visi-
taríamos los distintos lugares, mi esposo cayó postrado con fiebre.
Nos unimos en oración en favor de él, y aunque se sintió aliviado
siguió muy débil. Estábamos muy confundidos. ¿Tendríamos que
apartarnos de nuestro trabajo debido a la enfermedad del cuerpo?
¿Se le permitiría a Satanás ejercer su poder sobre nosotros y conten-
der por nuestra utilidad y nuestras vidas mientras permaneciéramos
en el mundo? Sabíamos que Dios podía limitar el poder de Sata-
nás. El podía permitir que sufriéramos en el horno, pero nos sacaría
purificados y mejor preparados para su obra.
En oración privada derramé mi alma delante de Dios para que
reprendiera la enfermedad y fortaleciera a mi esposo a fin de que
pudiera soportar el viaje. El caso era urgente y mi fe se aferró fir-
memente a las promesas de Dios. Obtuve allí la evidencia de que si
proseguíamos nuestro viaje hacia Míchigan, el ángel de Dios nos
acompañaría. Cuando referí a mi esposo mis preocupaciones, él
me dijo que también había tenido preocupaciones similares; pero
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decidimos ir, confiando en el Señor. Con cada kilómetro que reco-
rríamos aumentaban sus fuerzas. El Señor lo sostuvo. Y mientras él
predicaba la Palabra, sentí la seguridad de que los ángeles de Dios
estaban a su lado para prestarle ayuda en sus esfuerzos.
Durante este viaje mi esposo se preocupó mucho del tema del
espiritismo, y poco después de regresar comenzó a escribir un libro