Página 108 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
titulado
Signs of the Times
(Señales de los tiempos). Todavía estaba
débil y podía dormir muy poco, pero el Señor le sirvió de apoyo.
Cuando sentía confusión y angustia mental, se volvía a Dios y cla-
maba buscando alivio. Dios escuchaba nuestras fervientes oraciones
y con frecuencia bendecía a mi esposo, y él, con el espíritu renovado,
continuaba con su trabajo. Muchas veces durante el día buscábamos
a Dios en ferviente oración. Ese libro no fue escrito con las fuerzas
de mi esposo.
Durante el invierno y la primavera sufrí mucho del corazón. Me
resultaba difícil respirar estando acostada. Se me interrumpía la
respiración, y también me desmayaba frecuentemente. Tenía una
hinchazón en el párpado izquierdo, que parecía ser cáncer. Había
ido aumentando gradualmente durante más de un año, hasta hacerse
muy dolorosa, y afectaba mi vista. Cuando leía o escribía, me veía
obligada a vendar el ojo afligido. Temía que fuera destruido por un
cáncer. Recordaba los días y las noches pasados leyendo pruebas de
imprenta, y ese esfuerzo intenso había fatigado mis ojos. Pensé: “Si
pierdo mi ojo y mi vida, será como sacrificio por la causa de Dios”.
Por ese tiempo un médico que atendía gratuitamente a los pacien-
tes visitó Róchester, y decidí que él examinara mi ojo. El pensaba
que la hinchazón era realmente un cáncer. Pero después de tomarme
el pulso, dijo: “Usted está muy enferma y morirá de apoplejía antes
que esa hinchazón se abra. Usted se encuentra en un peligroso estado
de salud, y tiene el corazón enfermo”. Esto no me asombró, porque
me había dado cuenta que sin pronta ayuda médica descendería a
la tumba. Otras dos mujeres que acudieron a la consulta médica
también sufrían la misma enfermedad. El médico dijo que yo me
encontraba en un estado más peligroso que cualquiera de las dos,
y que al cabo de tres semanas me vería afligida de parálisis. Le
pregunté si él creía que sus medicamentos me curarían. No me dio
mucho ánimo. Probé los remedios que prescribía, pero no recibí
ningún beneficio.
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Al cabo de unas tres semanas me desmayé y caí postrada, y
permanecí casi inconsciente durante 36 horas. Se temía que no vi-
viera, pero en respuesta a la oración nuevamente reviví. Una semana
después recibí un golpe en el lado izquierdo. Tenía una extraña
sensación de frío e insensibilidad en la cabeza, y fuerte dolor en
las sienes. Sentía la lengua pesada e insensible, y no podía hablar