Publicando y viajando
            
            
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              bien. No podía mover el brazo ni el lado izquierdo. Pensé que estaba
            
            
              muriendo, y en medio de mis sufrimientos sentí una gran ansiedad
            
            
              por recibir una evidencia de que el Señor me amaba. Durante meses
            
            
              había sufrido de dolor continuo en el corazón y me encontraba cons-
            
            
              tantemente deprimida. Había tratado de servir a Dios por principio,
            
            
              sin hacer intervenir mis sentimientos, pero ahora anhelaba la salva-
            
            
              ción de Dios. Deseaba profundamente recibir su bendición a pesar
            
            
              de mi sufrimiento físico.
            
            
              Los hermanos se reunieron para orar especialmente por mi caso.
            
            
              Mi deseo quedó satisfecho y recibí la bendición de Dios y tuve
            
            
              la seguridad de que él me amaba. Pero el dolor continuó y seguí
            
            
              debilitándome poco a poco. Nuevamente los hermanos se reunieron
            
            
              para presentar mi caso delante del Señor. Yo estaba tan débil que
            
            
              no podía orar en voz alta. Mi condición al parecer debilitó la fe
            
            
              de los que me rodeaban. Luego recordé las promesas del Señor
            
            
              como nunca antes las había recordado. Me parecía que Satanás se
            
            
              esforzaba por arrancarme del lado de mi esposo y de mis hijos, para
            
            
              lanzarme en la tumba, y las siguientes preguntas surgieron en mi
            
            
              mente: ¿Puedes creer tú exclusivamente en la promesa de Dios?
            
            
              ¿Puedes avanzar por fe y dejar que la apariencia sea lo que sea?
            
            
              La fe revivió. Le dije a mi esposo en un susurro: “Yo sé que me
            
            
              recuperaré”. El contestó: “Quisiera poder creer lo mismo”. Llegó
            
            
              la noche sin que yo recibiera ningún alivio, y sin embargo seguí
            
            
              confiando firmemente en las promesas de Dios. No pude dormir, pero
            
            
              continué mi oración silenciosa. Pude conciliar el sueño al amanecer.
            
            
              Cuando el sol salía, me desperté sin sentir ningún dolor. Había
            
            
              desaparecido la presión en el corazón y me sentía muy feliz. ¡Qué
            
            
              cambio se había operado! Me parecía que un ángel de Dios me
            
            
              había tocado mientras dormía. Sentí una enorme gratitud. Mis labios
            
            
              pronunciaron alabanzas a Dios. Desperté a mi esposo y le referí la
            
            
              curación admirable que Dios había efectuado en mí. Al comienzo
            
            
              casi no lo pudo creer, pero cuando me levanté y me vestí y caminé
            
            
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              por la casa, él también alabó a Dios conmigo. Había cesado también
            
            
              el dolor en mi ojo enfermo, y a los pocos días la hinchazón había
            
            
              desparecido y había recuperado plenamente la vista. La obra de
            
            
              curación había sido completa.
            
            
              Fui a ver al médico nuevamente, y apenas me tomó el pulso me
            
            
              dijo: “Señora, ha ocurrido un cambio completo en su organismo;