Página 114 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
de Dios. El Señor escuchó misericordiosamente nuestro sincero cla-
mor, y como resultado mi esposo comenzó a recuperarse. Nuestras
oraciones ascendieron al cielo tres veces al día durante muchos me-
ses, pidiendo salud para hacer la voluntad de Dios. Apreciábamos
mucho esos momentos de oración. Llegamos a encontrarnos en una
sagrada proximidad con Dios y en dulce comunión con él. No podría
presentar en forma más adecuada mis sentimientos de ese tiempo
que como se manifiestan en los siguientes extractos de una carta que
escribí a la hermana Howland:
“Me siento agradecida porque ahora puedo tener a mis hijos
conmigo, bajo mi propio cuidado, a fin de enseñarlos mejor en el
camino recto. Durante semanas he experimentado hambre y sed por
salvación, y hemos disfrutado de una comunión casi ininterrumpida
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con Dios. ¿Por qué permanecemos alejados de la fuente, cuando
podemos aproximarnos y beber? ¿Por qué morimos sin pan, cuando
hay abundancia de él? Es abundante y no cuesta nada. Mi alma se
deleita en él y bebe diariamente de los goces celestiales. No callaré.
La alabanza de Dios está en mi corazón y en mis labios. Podemos
regocijarnos en la plenitud del amor de nuestro Salvador. Podemos
participar abundantemente de su gloria excelente. Mi alma testifica
de esto. Mi abatimiento ha sido dispersado por esta preciosa luz, y
nunca podré olvidarlo. Señor, ayúdame a recordarlo constantemente.
¡Despertad, todas las energías de mi alma! ¡Despertad y adorad al
Redentor por su amor maravilloso!
“Las almas que viven a nuestro alrededor deben ser despertadas
y salvadas, porque en caso contrario perecerán. No tenemos un
momento que perder. Todos ejercemos influencia en favor o en
contra de la verdad. Deseo llevar conmigo una evidencia inequívoca
de que soy de los discípulos de Cristo. Necesitamos algo más que
solamente la religión del sábado. Necesitamos el principio viviente
y sentir cada día responsabilidad individual. Muchas personas evitan
esto, y como resultado manifiestan descuido, indiferencia, falta de
vigilancia y de espiritualidad. ¿Dónde está la espiritualidad de la
iglesia? ¿Dónde están los hombres y mujeres llenos de fe y Espíritu
Santo? Mi oración es: Purifica a tu iglesia, oh Dios. Durante meses
he disfrutado de libertad, y estoy decidida a poner en orden mi
conducta y toda mi manera de actuar delante del Señor.